Organismos proponen infraestructura, educación e innovación como ejes urgentes para revertir la parálisis estatal
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
El fracaso estructural de Chiapas se confirma una vez más. Según el Índice de Competitividad Estatal 2025, la entidad ocupa el último lugar entre las 32 del país, sin señales de avance y con una tendencia a la baja. El rezago es estructural, mientras otras regiones apuestan por la innovación y el desarrollo, Chiapas sigue anclado en condiciones que lo excluyen del progreso nacional.
Las cifras lo evidencian con crudeza. El estado registra apenas 7.6 años de escolaridad promedio, mientras que el promedio nacional es de 9.7, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). A esto se suma una inversión extranjera directa de solo 56 millones de dólares en 2024, frente a los más de 10 mil millones de Ciudad de México. La infraestructura logística tampoco ayuda, solo el ocho por ciento de su red carretera es de altas especificaciones, y menos del 30 por ciento de su población tiene acceso a servicios digitales de calidad, según datos de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) y el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT).
El panorama geográfico tampoco juega a su favor. Aunque Chiapas comparte con el Golfo y el Istmo algunas fortalezas, como baja morbilidad y relativa equidad salarial, sus desafíos son más pesados, baja innovación, poca inversión extranjera, y una diversificación económica nula.
Mientras tanto, el sector académico y productivo permanecen desconectados. No hay un ecosistema de colaboración entre universidades, centros de investigación y empresas. El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) propuso eso, construir puentes para transferir conocimiento y tecnología. Pero en Chiapas, ese lenguaje aún no encuentra presupuesto. La inercia institucional y la falta de visión a largo plazo han sido los sellos de la política local.
El costo de mantenerse en el fondo no es solo estadístico, es humano. La falta de competitividad se traduce en jóvenes sin oportunidades, empresas sin estímulos y comunidades sin movilidad social. Apostar por la infraestructura, por la formación de talento y por la innovación ya no es una sugerencia técnica, es una urgencia política.