Manuel Velázquez
Qué es exactamente lo que estamos difundiendo cuando hablamos de “la cultura”. ¿Estamos compartiendo la realidad cultural o simplemente un reflejo distorsionado de ella? Según el filósofo y sociólogo francés Jean Baudrillard, la respuesta es clara: estamos difundiendo un simulacro.
En la era de la posverdad, la realidad cultural se ha visto reemplazada por una representación artificial de sí misma. En este contexto, ya no es relevante “ser” algo, sino más bien “aparentar” serlo. La apariencia se ha convertido en la realidad, y el simulacro cultural se ha vuelto la norma.
La difusión cultural se ha convertido en un proceso de creación y reproducción de simulacros culturales, lo que nos lleva a cuestionar la autenticidad de sus productos. Siguiendo la teoría de Baudrillard, el simulacro es una copia sin original, una representación que no se basa en la realidad objetiva, sino que crea una realidad propia.
En su teoría de la simulación, Baudrillard sostiene que la sociedad contemporánea se caracteriza por la proliferación de simulacros, es decir, de representaciones que no tienen una base en la realidad objetiva. Estos simulacros generan imágenes, signos, símbolos y discursos que los hacen parecer reales.
Los medios de comunicación, las redes sociales y las instituciones culturales juegan un papel fundamental en la creación de esta realidad cultural simulada, mediante la difusión de imágenes, signos y símbolos que construyen una narrativa falsa que pretende ser más atractiva que la realidad misma.
La simulación en la difusión cultural comienza cuando se olvida que la gestión cultural es una actividad profesional que requiere habilidades, conocimientos y competencias específicas para ser llevada a cabo de manera efectiva. Queimplica la coordinación de múltiples aspectos, como la programación de eventos, la gestión de recursos, la promoción y la evaluación de impacto.
Lo fundamental es tener una conciencia profunda sobre qué es la cultura, quiénes son los agentes culturales que intervienen en una comunidad y qué se persigue al activar, visualizar, fomentar o difundir actividades culturales. Esto requiere una planificación y organización cuidadosa para asegurar no solo el éxito de los proyectos, sino también la coherencia y el impacto de la política cultural en la comunidad.
Una política cultural organizada y bien planificada considera las necesidades y aspiraciones de la comunidad, y fomenta la participación de los agentes culturales y la ciudadanía en general. Solo así se puede asegurar que la difusión cultural sea un proceso auténtico y efectivo, que contribuya al enriquecimiento cultural y social.
Lo anterior requiere una planificación y ejecución cuidadosa y profesional. La improvisación lleva al simulacro, generando una mala distribución de recursos, lo que afecta negativamente la calidad y el impacto de los proyectos culturales.
Por lo tanto, la profesionalización de la gestión cultural es clave para garantizar la calidad, la eficacia y la sostenibilidad de los proyectos culturales, puesto que tiene un impacto directo y significativo en la comunidad, dado que influye en la forma en que se percibe y se valora la cultura. Es fundamental que la gestión cultural sea llevada a cabo de manera respetuosa y sensible hacia la comunidad, para asegurar que la cultura sea valorada y promovida de manera auténtica y efectiva.