La falta de cuentas públicas en regiones de alta pobreza impide conocer si los fondos cumplen con su objetivo, combatir la desigualdad
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
Chiapas concentra la mayor bolsa de recursos del Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social Municipal (Faismun), pero apenas el seis por ciento de sus municipios publica información sobre cómo se gasta ese dinero. Mientras los subsidios fluyen con generosidad, la rendición de cuentas parece haberse quedado en el papel. En contraste con la media nacional del 34 por ciento, la opacidad en el estado abre una brecha profunda entre lo que se recibe y lo que en realidad se transforma.
La paradoja se acentúa en las cifras, el 73 por ciento de los municipios con mayor pobreza en la entidad no podrían operar sin este fondo, sin embargo, los mecanismos de vigilancia social están ausentes. Para el antropólogo y especialista en políticas públicas, Emmanuel Nájera de León, esta disonancia no solo perpetúa la dependencia institucional, también desactiva la participación comunitaria y refuerza la distancia entre gobiernos y pueblos originarios.
Durante un seminario impulsado por el Centro de Estudios para el Desarrollo Municipal y Políticas Públicas (Cedes), se discutió la incorporación de un componente indígena al Faismun, que destinará el 10 por ciento del presupuesto a comunidades originarias. Aunque es un paso relevante hacia un enfoque de derechos, aún persiste una duda clave, ¿cómo garantizar que esos recursos lleguen sin ser diluidos por estructuras ineficaces?
La falta de planeación sensible a los contextos culturales, así como la baja profesionalización de los funcionarios municipales, sigue siendo una barrera estructural. A ello se suma la falta de voluntad para publicar cuentas claras, lo que no solo impide fiscalizar el gasto, sino que convierte al subsidio en una transacción invisible entre poderes.
Así, Chiapas transita una línea delicada entre la inversión social y el clientelismo institucional. Mientras no exista un sistema abierto y efectivo de monitoreo ciudadano, los fondos como el Faismun operarán en una lógica unilateral, donde la necesidad se convierte en excusa, y la opacidad, en costumbre.