Agredir con sustancias corrosivas ahora es delito grave en Chiapas. Se prohíbe la libertad
anticipada y se establecen multas
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
Durante años, las agresiones con ácido han sido una forma brutal y silenciada de violencia contra
las mujeres. Una venganza que mutila, humilla y destruye. Chiapas ha decidido romper la omisión
institucional y responder con la dureza que exige la gravedad del crimen, desde este mes, atacar
con sustancias corrosivas será considerado un delito grave, sin posibilidad de libertad anticipada.
La nueva legislación contempla penas de hasta 30 años de prisión para quienes cometan este tipo
de ataques, sobre todo si la víctima es una mujer, menor de edad, persona con discapacidad o
mujer trans. Además, se castigará con mayor severidad si se demuestra que el acto tuvo una
motivación de género, lo que convierte al agresor en potencial feminicida. El Estado no solo eleva
la pena, también elimina los beneficios penales.
Este cambio legal marcará un punto de inflexión. Hasta ahora, muchas víctimas no solo
enfrentaban el dolor físico y emocional, sino también la indiferencia de un sistema que no sabía
cómo nombrar ni castigar la agresión. Con la nueva tipificación, se reconoce que estos ataques no
son incidentes aislados, sino actos sistemáticos de control y odio que buscan marcar el cuerpo
femenino como territorio de castigo.
El impacto también alcanza al sector salud. A partir de ahora, todo personal médico que atienda
un caso de este tipo tendrá la obligación legal de denunciarlo de forma inmediata. La omisión será
considerada una forma de encubrimiento institucional. Este mandato representa una oportunidad
para que hospitales y clínicas no se limiten a curar heridas físicas, sino que se conviertan en
actores activos en la prevención de la impunidad.
Con esta reforma, la región da un paso firme hacia una justicia más sensible y menos tolerante con
la violencia extrema. No se trata solo de castigar, sino de enviar un mensaje contundente, el
cuerpo de las mujeres no es campo de venganza ni trofeo de dominación. Ahora la ley tiene
nombre, rostro y consecuencias.