Una mujer escritora
Sheila X. Gutiérrez Zenteno
Estoy envejeciendo, es un hecho ineludible. Aún no soy adulta mayor, pero una de mis grandes preocupaciones tiene que ver con la forma en que viviré mi vejez. ¿Seré una persona saludable? ¿Viviré esta etapa como una persona físicamente autónoma o deberé realizar mis actividades de forma dependiente? En estos momentos tengo acceso a servicios de salud por mi trabajo, pero cuando me jubile (si es que llego a ese punto) probablemente estos se reduzcan. ¿Viviré una vejez mentalmente sana, con mis capacidades cognitivas intactas? No lo sé.
Es un hecho que a las mujeres no nos educan para vivir esta etapa de nuestra vida, sino para retener lo más que podamos nuestra juventud, hasta que ya no sea posible. La biología no miente, todas llegamos a la menopausia y debemos enfrentar el proceso de envejecimiento, nos guste o no.
Pensar en nuestra vejez es importante porque todas las desigualdades que las mujeres hemos vivido a lo largo de los años, se agudizan en esta etapa. La violencia estructural y la discriminación contra nosotras no desaparecen por cumplir 60, 70 u 80 años, al contrario, se magnifican. Nuestro cuerpo ha cambiado, y probablemente muchas de nosotras lleguemos a la vejez sin una autonomía financiera, sin acceso a los servicios de salud, sin contar con algún bien propio y viviendo en entornos de violencia. Si las mujeres queremos enfrentar la vejez con dignidad debemos tendernos la mano entre nosotras y exigir que el Estado haga lo que le corresponde.
LA FEMINIZACIÓN DE LA VEJEZ
Estamos enfrentando un fenómeno demográfico: las mujeres estamos viviendo más que los hombres. Según datos del INEGI, actualmente seis de cada 10 personas mayores son mujeres; la esperanza de vida en México es mayor para ellas que para ellos, 78 años para las mujeres y 73 años para los hombres. Por ello es urgente colocar en el discurso público cómo las mujeres estamos viviendo este proceso y qué nos espera a quienes estamos envejeciendo.
La OMS define al envejecimiento como el resultado de la acumulación de una gran variedad de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo, lo que lleva a un descenso gradual de las capacidades físicas y mentales, a un mayor riesgo de enfermedad y, en última instancia, a la muerte. Las mujeres, en esta última etapa, queremos calidad de vida. No tendríamos ni por qué discutir esto.
Pero las mujeres vivimos la vejez de diferente manera, no todas hemos tenido las mismas oportunidades. A esto hay que sumar la discriminación y violencia que (vivimos) seguiremos viviendo por el hecho de ser mujeres. Añadamos a todo lo anterior las desigualdades que enfrentamos cuando se incluye a los hombres.
Las desventajas que viven las mujeres tienen su origen en la baja inserción en el mercado laboral, el rezago escolar, la dependencia económica y patrimonial, la marginalidad por la ubicación geográfica, el componente étnico y racial, el bajo acceso a pensiones, su exclusión por su orientación sexual o el bajo acceso a seguridad social. Que vivamos más que los hombres no es necesariamente una ventaja.
SÍ… LAS MUJERES VIVIMOS MÁS
Hombres y mujeres somos diferentes en muchos aspectos. La longevidad de las mujeres parece tener su origen en el cromosoma X que contiene genes que pueden ayudar a la salud y la conservación, además de ayudarnos a enfrentar enfermedades infecciosas graves. Las mujeres tenemos dos cromosomas X, mientras que los hombres tienen uno X y uno Y.
Estudios feministas desde la diferencia sexual (variaciones biológicas y anatómicas entre hombres y mujeres) muestran que las mujeres enfermamos más,pero nuestras patologías son diferentes a las de los hombres. Mientras estos fallecen generalmente por enfermedades cardiovasculares y cáncer, nosotras desarrollamos enfermedades crónicas a largo plazo como la artritis reumatoide, la migraña, la fibromialgia o el insomnio. Son enfermedades que limitan nuestra calidad de vida, pero causan menos muertes. Vivimos enfermas, pero vivimos más.
Se ha confirmado que los infartos son menores en las mujeres antes de la menopausia porque los estrógenos actúan como protectores, una vez dejamos de producirlo, el riesgo se incrementa, aún así, estamos expuestas mucho después, casi una década, a enfrentar un infarto a diferencia de los varones. Casi no se habla de esto, pero los síntomas de un infarto son diferentes para mujeres y varones.
En México, el cáncer de mama es el que causa más muertes en mujeres. En el caso de los hombres, el cáncer de próstata es la principal causa de muerte, seguido por cáncer de pulmón y cáncer de colon y recto.
Hay estudios que buscan entender cuáles son las razones por las que ambos sexos no logran detectar a tiempo estas enfermedades y aunque no es la única variable, es un hecho que en el imaginario masculino persiste la idea ver “atacada” su masculinidad si les aplican un examen rectal para la detección del cáncer de próstata; la percepción de la enfermedad en relación a su masculinidad también puede limitar la búsqueda de la ayuda médica o discutir el tema con la pareja. No todos los hombres están preparados para lidiar con la pérdida de las erecciones por ejemplo, para algunos, su miembro define todo lo que son como personas porque es lo que el machismo les ha enseñado.
En el caso de las mujeres, la prioridad siempre serán sus familias, por lo que cuando se trata de su salud, esta puede esperar, sobre todo si no cuentan con acceso a la salud, muchas mujeres deben decidir si gastar dinero en realizarse estudios o alimentar a su familia, sobre todo aquellas mujeres que son madres autónomas con trabajos informales.
VIVIR MÁS TIEMPO NO ES NECESARIAMENTE UNA VENTAJA
Hace unos meses, escuché un relato que entristeció mi corazón, sobre todo, porque se repite más de lo que quisiera.
Una joven cuya abuela presentaba síntomas de enfermedad tuvo que ver como perdía la única oportunidad para brindarle algunos años más de vida. La señora, una adulta mayor iniciaba con un cáncer de hígado que era operable. La joven con el poco dinero que tenían intentó ayudarla, pagó los estudios que le solicitaron, pero su abuela no contaba con servicio de salud, pagar la operación por su cuenta era imposible; cuando habló con la familia de su abuela, se negaron a ayudarla. Señalaron que mentía y buscaba obtener dinero de la familia.
Su abuela dedicó su vida a cuidar de su familia. Vive en una ranchería, en una casa rural, sin lujos. Cuando sus hijos la visitan su mayor gozo es cocinar para ellos, así les demuestra que los ama. Ella nunca fue a la escuela porque se casó demasiado joven, su vida se fue en cuidar a sus hijos y en ayudar a su esposo con las labores de su pequeña tierra. No es dueña de nada, nunca pudo comprar una casa, jamás amasó una fortuna, nunca obtuvo una pensión o tuvo acceso a la seguridad social.
Su marido se negó a vender una vaca para sufragar el costo de la operación; su nieta gastó lo poco que tenía, pero poco pudo hacer. El día que la abuela escuchó, detrás de unas cortinas, que su marido y sus hijos no gastarían en su operación habló con su nieta y le dijo que dejara todo en paz, que en realidad, ya estaba cansada de la vida que había tenido. Cuando su familia se dio cuenta que estaba enferma era muy tarde para operar. La enfermedad come de a poco su cuerpo y su nieta, la cuida lo mejor que puede en lo que su historia llega al punto final. ¿Habría sido diferente si la abuela hubiese tenido acceso a seguridad social por parte del Estado?
MUJERES, VEJECES DIGNAS Y SIN VIOLENCIA
Las mujeres de la tercera edad continúan viviendo violencia económica, física, psicológica, patrimonial, sexual, institucional, la omisión de cuidados. Una no se vuelve anciana y todo esto desaparece, al contrario, se exacerba. El edadismo se hace presente (ya hablaré de esto en otra entrega).
Pienso en esas mujeres de la tercera edad que han sido despojadas de su patrimonio por no saber leer el documento que firmaron; mujeres que reciben la pensión gubernamental, pero al no estar acostumbradas a invertir en ellas, gastan ese dinero en sus nietos (sobre todo si forman parte de familias de escasos recursos), a otras sus familias les quitan su dinero.
Violencia es lucrar con la necesidad de las adultas mayores. Pienso en la adulta mayor que murió tras emitir su voto en Poza Rica, Veracruz. Muchos adultos mayores asisten a votar por agradecimiento (o por presión) a la pensión que reciben, cuando debieran tener en claro que ese apoyo es un derecho constitucional.
¿Qué habría sido de las adultas mayores que solamente fueron auxiliadas en esta ciudad cuando sus casos de abandono y omisión de cuidados por parte de sus familias se hicieron públicos y virales en las redes sociales? ¿Cuántas mujeres están viviendo en terribles condiciones y a nadie preocupa? Las adultas mayores también son víctimas de feminicidio, secuestro, explotación sexual y necesitamos visibilizar esto.
El DIF tiene un papel fundamental en el cuidado de los adultos mayores en general, pero en particular de las mujeres. Nosotras necesitamos empezar a hablar en voz alta cómo estamos viviendo la vejez, necesitamos empezar a cuidarnos. Mientras este tema no llegue a la discusión pública, no contaremos con servicios médicos especializados en gerontología, mucho menos con políticas públicas enfocadas en la atención de las adultas mayores, y las mujeres, ya envejecidas, continuaremos enfrentando la violencia estructural que hemos vivido toda nuestra vida.