Fiebre tifoidea y parásitos afectan a comunidades marginadas, donde el saneamiento básico sigue siendo inaccesible
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
En Chiapas, las lluvias no solo traen agua, también arrastran una crisis que se repite cada año. Las enfermedades diarreicas, ligadas a la falta de saneamiento, agua potable y educación sanitaria, siguen siendo una de las principales causas de muerte en el estado, sobre todo en población infantil.
De acuerdo con la Secretaría de Salud estatal, el estadoregistró 364 defunciones asociadas a enfermedades respiratorias y diarreicas en 2023, una cifra que lo coloca entre los primeros cinco estados con más casos a nivel nacional. Aunque la mayoría de estas enfermedades son prevenibles, el acceso desigual al agua potable, sumado a la escasa cultura del saneamiento básico, cobra vidas. En zonas rurales, clorar el agua o lavarse las manos sigue siendo un privilegio más que una práctica cotidiana.
El problema tiene raíces profundas, 36.2 por ciento de los hogares en la región no cuenta con agua entubada dentro de la vivienda, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Además, datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) indicaron que el 75.3 por ciento de la población vive en pobreza, y el 29.7 por ciento en pobreza extrema, condiciones que agravan la vulnerabilidad ante infecciones gastrointestinales. Para las niñas, niños y adolescentes, este entorno se traduce en un mayor riesgo de deshidratación y muerte por causas prevenibles.
Aunque el 80 por ciento de las enfermedades diarreicas son de origen viral, la fiebre tifoidea, se mantiene como una amenaza, en especial en comunidades sin acceso a antibióticos eficaces. Según la Secretaría de Salud federal, Chiapas reportó más de 11 mil casos de fiebre tifoidea entre 2022 y 2023, concentrados en zonas sin red de drenaje y con altos niveles de hacinamiento.
Frente a este panorama, la prevención no solo fue un llamado médico, es una urgencia social. Clorar el agua, lavarse las manos con frecuencia y evitar el consumo de alimentos en mal estado podrían hacer la diferencia entre la vida y la muerte. Pero para que estas medidas funcionen, se requiere más que voluntad individual, se necesita infraestructura, educación sanitaria y una política pública integral.