Dr. Gilberto de los Santos Cruz
El próximo Gobierno tiene la gran tarea de impulsar Educación de calidad. De acuerdo a la opinión
de la Carta Pastoral conmemorar nuestra historia desde la fe para comprometernos hoy con
nuestra Patria se señala, Nuestro sistema educativo tal como hoy se `presenta deja mucho que
desear en cuanto a su calidad y resultados. Lo observamos agobiados por los problemas de
preparación magisterial y por los lastres de algunas prácticas viciosas del modelo sindical que se
apoya en el control corporativo. También nos preocupa la corrupción que consume enormes
cantidades de recursos públicos que no llegan a rendir sus beneficios en los Centros Escolares. A
nuestro parecer lo más grave de esta dinámica es que se contamina la noble tarea de educar que
debería llevarnos a cultivar personas integras y generosas capaces de responder y vivir
alegremente el sentido y el significado de su existencia.
Por otra parte, en un aspecto igualmente delicado, debemos decir que nuestro Sistema educativo
está marcado por un laicismo mal entendido, que deja de lado los valores humanos universales
como si se tratara de aspectos confesionales. Esta realidad tiene implicaciones graves, pues si no
es capaz de reconocer valores universales, mucho menos tiene la posibilidad de comprender las
realidades trascendentales del hombre, proyectadas en la cultura que nos caracteriza. Y en
concordancia con la trayectoria familiar de muchos de nuestros estudiantes. El Sistema Educativo
mexicano ha convertido al laicismo en un instrumento ideológico que pasa por encima del derecho
de los padres a la educación de sus hijos y no respeta las raíces culturales más nobles de nuestro
pueblo. Es necesario que la educación laica se convierta en una verdadera escuela de respeto y
valoración a las diferencias culturales y religiosas que nos caracterizan.
Debemos hacer de la educación no solo la herramienta del desarrollo que llegue a todos
mejorando los conocimientos y habilidades sino también el espacio del respeto y libertad para
difundir los valores que engrandecen a la persona y la llevan a reconocer su dignidad y a vivir sus
convicciones. Sin negar que la educación nos prepara para el trabajo, la dignidad humana exige
primariamente que la educación sea concebida como el desarrollo integral de las personas que
posibilita vivir plena y responsablemente la totalidad de las situaciones que constituyen nuestra
vida individual y social. Si la educación no forma antes que nada personas integras que amen el
bien. la belleza, la verdad, y la justicia, todo lo demás queda fincado en un terreno frágil y
superficial.
La educación católica ha sido y sigue siendo impartida en numerosos centros de educación básica,
media y superior, a cargo de comunidades religiosas o laicos comprometidos con su fe. Creemos
que, partiendo de su identidad cristiana, deben ser verdaderos espacios para el desarrollo de un
dialogo vigoroso entre la fe uy la ciencia que forme con seriedad y excelencia académica, con vigor
científico y metodológico, con ética educativa y eficiencia profesional. Pero sobre todo deben ser
verdaderos centros educativos que ofrezcan con claridad lo que les es propio, la transmisión de
una cultura desde la cosmovisión y a experiencia cristiana en apertura respetuosa a todas las
mentalidades.
Son muchos los Maestros y maestras de extraordinaria calidad humana que en los distintos
centros educativos públicos y privados, están engrandeciendo el alma de los niños y jóvenes
mexicanos, no solo por los conocimientos que imparten, sino por el ejemplo de vida con que
forjan la conciencia de las nuevas generaciones. Son muchos los maestros y maestras que,
sostenidos por la fe en Jesucristo y en un profundo respeto a la conciencia de sus alumnos dan
testimonio de amor a la vida y amor a Dios, de su compromiso con la patria y con la dignidad de
cada persona. Se convierten por eso mismo en los grandes evangelizadores por su sola actividad
educativa honesta y comprometida. La iglesia agradece su testimonio y compromiso como
pastores de la comunidad cristiana para seguir acompañando en la formación de su fe y promover
su presencia organizada en la sociedad.
Por ello es de vital importancia que se impulsen políticas publicas integrales, abiertas a la
participación de todos los sectores que permitan a todas las poblaciones el acceso a los servicios
de salud, alimentación, educación, vivienda y seguridad social. Esto conlleva el desarrollo de una
política económica que genere oportunidades de inversión y trabajo con libertad y justicia, con
reglas claras y exigencias básicas. Una política económica que permita empleos productivos y el
crecimiento del capital humano mediante la capacitación y el crecimiento en sus derechos
sociales. Sin que se trate de exigir un estado asistencialista, sino una sociedad fraterna,
corresponsable y solidaria mediante el desarrollo de actividades productivas, generación de
empleos dignos, el crecimiento del mercado interno y las exigencias de las contribuciones fiscales
justas y generales. Pero sobre todo el cumplimiento estricto del Artículo tercero Constitucional.