Chiapas ocupa el tercer lugar nacional en actividad sísmica, con un 12.73 por ciento del total de temblores registrados
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: JACOB GARCÍA
En los últimos seis meses, Chiapas ha sido testigo de mil 950 sismos, una cifra que pone de manifiesto la intensa actividad sísmica de la región. Este estado del sureste mexicano se ha consolidado como uno de los epicentros de la sismicidad nacional, con el temblor más fuerte del año registrado en mayo, con una magnitud de 6.3, localizado en Ciudad Hidalgo. Este evento subrayó la constante amenaza sísmica a la que está expuesta esta área geográfica.
La Secretaría de Protección Civil del Estado de Chiapas informó que, hasta el 13 de julio, se han registrado 15 mil 321 sismos a nivel nacional, de los cuales Chiapas representa un 12.73 por ciento. Con estas cifras, Chiapas ocupa el tercer lugar en actividad sísmica, solo superado por Oaxaca y Guerrero. Este posicionamiento no es casualidad, sino el resultado de la compleja interacción tectónica en la región.
El sismo más fuerte del año en México también se produjo en Chiapas, el 12 de mayo, con una magnitud de 6.3 y su epicentro en Ciudad Hidalgo. Este evento recordó a los chiapanecos la vulnerabilidad de su territorio, donde la historia ha documentado temblores devastadores, todos con magnitudes superiores a siete. Estos antecedentes históricos refuerzan la necesidad de una continua preparación y adaptación de las comunidades frente a estos fenómenos naturales.
La alta sismicidad de Chiapas se debe a su ubicación geológica única. La interacción convergente de las placas tectónicas en la costa del Pacífico crea un ambiente propenso a los temblores. Este contacto dinámico ha sido responsable de algunos de los sismos más significativos en la historia de la región, incluyendo el devastador sismo del 7 de septiembre de 2017, con una magnitud de 8.2, que causó daños severos en toda la región.
Es crucial que Chiapas continúe fortaleciendo sus sistemas de monitoreo y respuesta ante sismos. La preparación y educación de la población son esenciales para minimizar el impacto de futuros eventos sísmicos. La colaboración entre autoridades, científicos y la comunidad es vital para desarrollar estrategias que aumenten la seguridad de las comunidades.