Víctor Corcoba Herrero
DESAFÍOS GLOBALES: VALORAR LAS DIVERSIDADES
“Considero que este espíritu de familiaridad no lo hallaremos, mientras
no desarrollemos la justicia social, poniendo en circulación el horizonte
de la promoción integral de la persona humana, el destino universal de
los bienes y la opción preferencial por los desfavorecidos”.
Es cierto que nos hemos globalizado e interconectado; pero la indigencia, la
injusticia y las desigualdades permanecen, porque aún estamos en estado de
enfrentamiento continuo, no en relación entrañable, con la mano extendida
siempre y el abrazo sincero. Hemos de tomar conciencia, por consiguiente, de
esta gran tarea que, entre todos, tenemos que llevar a cabo como humanidad
responsable. Nadie puede quedar excluido, precisamos oírnos para tomar
decisiones conjuntas, tener voluntad cooperante y tomar la responsabilidad
necesaria para producir el encuentro con otras realidades, lo que conlleva el
reencuentro hasta consigo mismo, para enriquecernos todos mutuamente.
Valorando las diversidades con la biodiversidad de sueños se traspasan,
ciertamente, todas las crisis. Personalmente, considero que este espíritu de
familiaridad no lo hallaremos, mientras no desarrollemos la justicia social,
poniendo en circulación el horizonte de la promoción integral de la persona
humana, el destino universal de los bienes y la opción preferencial por los
desfavorecidos. No cesar, persistir y perseverar sin miedo a encarar la unión,
es algo que tenemos que fomentar cada aurora. ¡Salgamos del estado cómodo!
Nuestra casa común requiere del cuidado de todos los moradores. Los jóvenes
pueden ser una fuerza positiva para el avance cuando se les brinda el
conocimiento y las oportunidades que necesitan para prosperar; pero también
nuestros mayores que nos dan sabiduría y los niños que aprenden de la
sapiencia de los abuelos. Nos necesitamos en comunión y en comunidad. Sin
duda, la mejor cátedra viviente es nuestra propia existencia, por eso creo que
es muy importante ayudar a los niños a crecer, a desarrollarse en definitiva. En
particular, los lozanos en edad deben adquirir la formación y las habilidades
necesarias para contribuir a una economía productiva, y demandan el acceso a
un mercado laboral que pueda absorberlos en su tejido. En la actualidad, hay
mil 200 millones de chavales de 15 a 24 años, el 16 por ciento de la población
mundial. Para 2030, fecha límite para los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS), se estima que la cantidad de juventud habrá aumentado en
un siete por ciento, llegando además a casi mil 300 millones. También nuestros
mayores y cualquier ser humano por minúsculo que nos parezca, deben estar
ahí: han de ser vistos como persona, no como objetos o como patrimonio.
Indudablemente, al acercarse la fecha límite de 2030 para la consecución de
los Objetivos de Desarrollo Sostenible, tenemos que reconocer que el papel de
los púberes en la innovación digital resulta esencial para abordar los problemas
mundiales. Lo celebramos, como también elogiamos la labor de esas gentes
con edades heterogéneas, que aúnan esfuerzos por el derecho a un ambiente
saludable, porque el calentamiento global no es solo climático, también es
político. El desafío para la acción armónica es hacer compatible la
universalidad de pulsos con el respeto a las diversas culturas, examinando los
signos de los tiempos, estudiando los gozos y las esperanzas, las angustias y
los sufrimientos de la ciudadanía, que tiene como asignatura pendiente la
reconciliación para poder hermanarse. Como familia humana tenemos el origen
agrupado, sustentado en el amor y mantenido en la interdependencia; o sea,
convertido en dependencia de unos hacia otros, lo que nos exige la apuesta
solidaria para que no se debilite el tejido social y se deteriore el ambiente. Si
hay algo en nosotros verdaderamente poético, es la voluntad. Por ella,
afirmamos y nos reafirmamos la personalidad continuamente, construimos y
nos reconstruimos hasta despojarnos del mundo.
En consecuencia, el principio de solidaridad es fundamental, para que, en lugar
de la búsqueda del provecho particular, renazca el espíritu donante en favor de
un anímico avance copartícipe, sin exclusiones ni muros que nos enfrenten.
Esto lo descubriremos, a poco que nos adentremos en nuestra propia historia,
veremos que trabajando juntos y aplicando nuestra mente colectiva en las
diversas acciones diarias, es como podemos forjar soluciones a problemas
aparentemente indescifrables. Seguramente tengamos que potenciar una
nueva mentalidad y restablecer nacientes actitudes, como pensar en términos
de familia y obrar más en entrega que en apropiación de bienes. Para
desgracia nuestra, queremos ser poder y apoderarnos de mundo, pero
arruinamos la biodiversidad y el equilibrio ecológico; codiciamos ser dueños de
vidas, pero también talamos la libertad y el equilibrio natural; pretendemos
poseer la paz y fomentamos los egoísmos y las rigideces ideológicas; somos
así, construimos pedestales, pero destruimos corazones, que son los que
generan inéditos aires de afecto fecundo y de adhesión leal. Jamás olvidemos
que la uniformidad es la caída, pero que la diversidad es el levantamiento.