Francisco Gómez Maza
¿Apoyo selectivo en Acapulco?
Solo si la vivienda sufrió un daño estructural
Enojo y desconcierto con la señora Claudia
Algo muy grave ocurre en Acapulco. Aparte de que los habitantes de este otrora paradisiaco balneario del Pacífico, alguna vez punto de encuentro de muchos habitantes del planeta, que encontraban en él reposo a su cansancio, diversión al máximo a los peores embates de las tensiones urbanas y, antes de ello, la agresión incalificable de la delincuencia organizada, en los últimos tiempos ha sido víctima de los vientos huracanados, y de terribles inundaciones, que han dejado en la calle a muchos acapulqueños, con una mano atrás y la otra adelante.
Lo único que les quedó, en medio del hambre y las puras necesidades, fue la esperanza de que la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, los apoyara para rehacer su vida y, para ello, rehabilitar su pobre casa, inundada, con los muros debilitados por la humedad. La esperanza muere al último, se dijeron. Había que esperar el apoyo de la señora Claudia, apoyo que no llegaría tan rápido, pero que llegaría. No había de otra. Nadie más podría o estaría dispuesto o dispuesta a apoyarlos, porque a muchos y menos a los más poderosos les importa la suerte de los pobres. Y otro ciclón, huracán o ventolera no les permitiría ni siquiera hacer el recuento de los daños.
Así que, llenos de fe, llenos de confianza -Ella no los podría engañar- esperaron que Claudia hiciera el milagro: Tendrían casa, si no nueva, sí reconstruida, total, amaban su casa destruida por las inundaciones. Ella había sido el nido de su amor, la cuna de sus hijos. Y había que limpiar lo que más se pudiera limpiar para que todo estuviera listo cuando llegaran los albañiles, los fontaneros, los plomeros, todos los trabajadores que dejarían la casa como nueva. La promesa presidencial era seria. Y daba ánimos a los acapulqueños. Esperaban esperanzados el apoyo, la ayuda para rehacer su vida desvivida, destrozada.
Pero pasaron los días. Y ahora están tristes, decepcionados. Ni los albañiles, ni los fontaneros, ni los plomeros se han presentado… todo siguió igual a como lo dejaron los vientos y las torrenciales aguas que asolaron las zonas más pobres de ese lujurioso balneario para las clases medias. Y ello, los dueños de casas en ruinas no tienen dónde vivir, donde cocinar, donde bañarse, donde bañar a los niños, donde hacerle el amor a su pareja, donde dormir.
El apoyo tenía que ser inmediato. Qué desaliento, que desesperanza. Se dan cuenta de que las promesas de ayuda de la novel presidenta de la república, Claudia Sheinbaum Pardo, los han sumido en la decepción, el apoyo presidencial, para reconstruir lo destruido por las lluvias torrenciales ocasionadas por el huracán John, está condicionado por el grado de gravedad de los daños a la casa habitación, principalmente. Aunque el huracán dejó muchas casas inhabitables… Y apareció una nota periodística, la nota de un corresponsal o de un enviado, difícilmente mentirosa como las que muchos periódicos convencionales acostumbran publicar.
El reportero escribía: Acapulco, Gro., 13 oct. (AMEXI) – Lejos de confortar y dar aliento a los damnificados del Huracán John, la visita de la presidenta Claudia Sheinbaum a Acapulco, el pasado viernes, causó enojo y desconcierto, dado que la ayuda que prometió para todos los afectados, no es así: es decir, fue «una mentira». «Todo parece indicar que los servidores de la nación tienen otros datos, puesto que, al preguntarles cuándo y cómo darán la ayuda, anunciada aquí con bombo y platillos por la presidenta, responden:» «Si su casa no sufrió daños en la estructura, no vemos las marca de hasta dónde llegó el nivel del agua, o los muebles dañados, o no sufrieron la muerte de un familiar, no habrá ningún apoyo», denunciaron habitantes de las colonias más afectadas por el paso del meteoro, en la zona Diamante.