Ante la arraigada violencia por parte de grupos criminales, autoridades continúan con el resguardo del municipio
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
A pesar de la presencia de la Policía de Seguridad de élite en Frontera Comalapa, las comunidades rurales continúan siendo acechadas por la violencia de células criminales que se disputan el control territorial. La intervención del Gobierno, que comenzó el 2 de enero, ha intensificado sus acciones para disminuir la desconfianza de los habitantes, quienes aún sienten que la seguridad no ha mejorado.
En las comunidades de la Sierra Fronteriza, muchos de los líderes de los grupos criminales siguen siendo nativos de la región, lo que complica aún más la lucha contra la delincuencia. Según algunos pobladores, estos individuos operan desde sus hogares, y aunque las autoridades están al tanto, la situación permanece casi inalterada.
Los vestigios del control del crimen organizado, como las llamadas “plumas”, siguen presentes en las entradas de las comunidades, esto marca la pauta de una violencia que no cesa. Pese a la presencia policiaca, los pobladores expresan que no se sienten más seguros. La incertidumbre es tal que muchos no saben quién está del lado del crimen o quién es un aliado del Gobierno, lo que mantiene el miedo como una constante.
La crisis de desplazamiento también continúa. Miles de personas que huyeron de la violencia aún no han regresado a sus hogares, y muchos siguen refugiados en Guatemala o en otras zonas más tranquilas. Incluso quienes decidieron quedarse se enfrentan a la pérdida de sus tierras y a la continua extorsión de los grupos delictivos, que aún controlan el flujo de bienes y servicios en la región.
La reciente detención del alcalde de Frontera Comalapa, acusado de tener vínculos con el crimen organizado, ha puesto de manifiesto la profunda relación entre el poder local y los grupos delictivos. Mientras tanto, los esfuerzos por restablecer los servicios básicos, como el transporte público, siguen siendo una muestra más de cómo la región continúa siendo un terreno disputado entre la violencia y los intentos por recuperar el control.