Manuel Velázquez
“Un museo no es un edificio (…) La biblioteca no es un edificio. Tampoco el teatro ni la escuela (…) También parece obvio que un buen edificio puede hacer que el museo, la biblioteca, el teatro o el centro de investigaciones funcionen mejor, que tengan un mejor marco para realizar las actividades que requieren, que sean un escenario propicio para esos usos (…) Yona Friedman se ha preguntado varias veces si es realmente necesario exhibir los objetos de interés dentro de un edificio. Seguramente no: se puede sacar el museo a la calle — no cualquier museo o no todo de cualquier museo, pero se puede. La biblioteca son los libros y ni siquiera los libros simplemente sino los libros abiertos al ser leídos y acaso tampoco los libros leídos sino lo que cuentan: Ray Bradbury imaginó una biblioteca hecha de hombres y mujeres que cada uno sabía un libro entero de memoria: la comunidad es la biblioteca. “Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo —escribió Peter Brook. Un hombre camina por ese espacio vacío mientras otro le observa, y eso es todo lo que se necesita para realizar un acto teatral”. (…) Y la escuela: la academia puede salir o, más bien, regresar al jardín, alrededor del árbol del conocimiento original bajo cuya sombra el maestro habla con sus alumnos”. Señala Alejandro Hernández Gálvez en Marcos para la cultura.
Y efectivamente, un museo, una biblioteca, un teatro o una escuela no son solo edificios. Lo que realmente importa es la actividad, la creatividad y la comunidad que albergan. Un buen espacio puede potenciar estas actividades, pero también pueden desarrollarse en cualquier lugar. La esencia de la cultura está en la interacción, la imaginación y la transmisión de conocimientos.
Recientemente celebramos el Día Internacional de los Museos, destacando que la cultura puede florecer en cualquier espacio. Sin embargo, es crucial reconocer que, para cumplir su función, los espacios culturales necesitan más que inspiración: requieren infraestructura adecuada y condiciones laborales justas para su personal. Solo así pueden ofrecer experiencias enriquecedoras y cumplir su misión de manera efectiva.
La infraestructura adecuada incluye desde la conservación y exhibición de obras de arte hasta la accesibilidad y seguridad para los visitantes. Pero también es fundamental considerar las condiciones laborales de los trabajadores culturales, quienes son los que hacen posible que estos espacios funcionen. Salarios dignos, oportunidades de crecimiento profesional y un ambiente de trabajo saludable son esenciales para que puedan realizar su labor con eficacia y pasión.
La cultura no solo se trata de espacios, sino de las personas que la hacen posible. Los trabajadores culturales, desde curadores, museógrafos, custodios y educadores hasta personal de mantenimiento y seguridad, juegan un papel vital en la preservación y difusión del patrimonio cultural. Al reconocer su importancia, podemos trabajar hacia la creación de un entorno más sostenible y equitativo para la cultura.
En última instancia, la celebración del Día Internacional de los Museos nos recuerda que la cultura es un derecho fundamental que debe ser accesible para todos. Al invertir en infraestructura y en las personas que hacen posible la cultura, podemos garantizar que siga floreciendo en cualquier espacio, para beneficio de las generaciones presentes y futuras.
Los espacios culturales son vitales para preservar y promover la rica identidad cultural de la comunidad. Albergan exposiciones, eventos y actividades que celebran la historia, tradición y diversidad cultural, permitiendo a los ciudadanos y visitantes conectarse con sus raíces y patrimonio. Es esencial preservar y promover estos espacios para garantizar un futuro vibrante y culturalmente rico.