Viejos liderazgos intentaron movilizar a la población, pero no lograron convocar ni una veintena de asistentes
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
Las expectativas infladas por redes sociales no pasaron la prueba de la calle. La llamada “marcha por la revocación de mandato” contra el alcalde de Tapachula terminó en un acto testimonial, con apenas un puñado de asistentes. La promesa de una protesta masiva se diluyó en dos puntos de salida casi vacíos y dejó al descubierto el divorcio entre la inconformidad digital y la movilización real.
Pese al discurso encendido de algunos convocantes, la movilización fue encabezada por figuras políticas que arrastran más pasado que presente. Personajes como Joaquín del Pino, Isidro Ovando y José Antonio “El Pollo” Constantino, más conocidos por sus intentos fallidos que por logros concretos, protagonizaron un llamado que no encontró eco entre la ciudadanía. La credibilidad de los organizadores terminó siendo parte del problema.
La marcha, que iba a salir desde dos frentes estratégicos de la ciudad, se encontró con la indiferencia colectiva. En uno de los puntos no apareció nadie, y en el otro apenas se reunieron menos de 20 personas. La escena resultó simbólica, una ciudad que acusa abandono en redes, pero que en la práctica no acudió al llamado para expresarlo en las calles.
La figura de la revocación de mandato, a la que se aludía como solución, está legalmente limitada al presidente de la República. Los intentos de extrapolar este mecanismo a autoridades municipales carecen de sustento legal, y en este caso, de respaldo ciudadano. Ni la exigencia tenía forma jurídica ni encontró la fuerza social necesaria para levantar una causa.
Más allá de los liderazgos desdibujados y la escasa convocatoria, lo ocurrido reveló una desconexión preocupante, la ciudadanía denunció, pero no participó; exige, pero no organiza. La protesta fallida dejó más que una marcha sin rumbo, mostró la urgencia de construir verdaderos canales de participación ciudadana que vayan más allá de un post compartido.