Jóvenes, zonas urbanas y mayor acceso a educación figuran entre los factores que explican esta transformación espiritual
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
Durante años, Chiapas fue considerado uno de los bastiones religiosos del país, pero las cifras recientes contaron una historia distinta. En apenas 20 años, el número de personas que se identifican como sin religión creció un 39.6 por ciento, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Este aumento marcó una ruptura con la identidad colectiva tradicional de muchas comunidades, y planteó preguntas sobre los cambios culturales más profundos que ocurren en el estado.
El fenómeno no es uniforme, avanza con mayor velocidad entre jóvenes y en zonas urbanas, donde las nuevas generaciones optan por modelos de pensamiento menos apegados a instituciones religiosas. El censo de 2020 revelóque casi 600 mil chiapanecos ya no profesan ninguna religión, cifra que representa un salto importante frente a las poco más de 400 mil personas que se identificaban así en el año 2000.
Especialistas consultados sostuvieron que la secularización de la entidad responde a factores estructurales como el acceso a la educación, la migración y el uso de redes sociales. Estos elementos han ensanchado los márgenes del pensamiento crítico y diversificado las creencias. El abandono de los dogmas no implica la ausencia de espiritualidad, sino una relación distinta con lo trascendente, ajena a las iglesias.
Este giro ha comenzado a modificar el entramado comunitario en regiones donde la religión solía definir no solo la vida espiritual, sino también los vínculos sociales y la autoridad. Aunque la región aún mantiene una de las mayores diversidades religiosas del país, el crecimiento de quienes se definen como “sin religión” marca una transición cultural que descoloca a sectores tradicionalistas.
El Inegi ha señalado que la categoría “sin religión” agrupa desde personas ateas hasta creyentes no institucionales. Lo que está en juego no es solo una estadística, sino la manera en que los chiapanecos entienden su lugar en el mundo, en un estado donde la identidad espiritual comienza a dejar de ser homogénea.