Manuel Velázquez
En un contexto marcado por la violencia en Gaza, además de la pérdida de derechos, el racismo, el clasismo y la discriminación a nivel mundial, los proyectos culturales pueden parecer secundarios. Sin embargo, aunque no puedecambiar el curso de los eventos, el arte puede dar testimonio de lo que sucede.
Frente a la violencia, la guerra y los ataques a la diversidad y la equidad, el arte puede ser un poderoso instrumento para crear conciencia y memoria. Al reflexionar sobre nuestra realidad a través del arte, podemos contribuir a construir una sociedad más justa y equitativa.
En un entorno diseñado para perpetuar desigualdades, el arte desempeña un papel crucial en la creación de memoria y en el testimonio de la realidad. La pregunta clave es: ¿cómo puede el arte constituirse en un mecanismo de apoyo fundamental para un proceso de justicia global?
El arte cumple una labor social vital al dar voz a las víctimas y convertirse en un medio adecuado para expresar sus historias y experiencias. A través de esta función, el arte contribuye significativamente a la búsqueda de justicia y equidad en un mundo marcado por la desigualdad.
Los países occidentales han revelado su verdadera naturaleza, tendiendo hacia gobiernos ultraconservadores y antidemocráticos. ¿Estamos, como creadores, conscientes de esta realidad para alzar nuestra voz y luchar por una verdadera igualdad de oportunidades?
En el caso de Palestina, el arte debe enfocarse en revelar los hechos que la historia oficial intenta ocultar, poniendo en primer plano el dolor de las víctimas. Históricamente, la relación entre arte y violencia ha sido estrecha. Sin embargo, en la última década, los discursos sobre memoria, víctimas y duelo se han homogenizado en las prácticas artísticas, matizando los acontecimientos y perdiendo su capacidad de criticar y reflexionar con profundidad.
Una parte de la sociedad busca en el arte respuestas para la reparación simbólica y la construcción de la memoria histórica. Debemos atender este llamado, considerando que la noción de “víctima” ha evolucionado históricamente. Según Koselleck (2011), en las guerras del pasado, la “víctima” era el soldado que se sacrificaba voluntariamente por su patria, adquiriendo un carácter consciente.
Sin embargo, después de 1945, esta noción se transformó, y la “víctima” pasó a ser un ciudadano común, adultos mayores, mujeres, infancias y juventudes sufren sin haber elegido su destino, convirtiéndose en “víctimas pasivas” (Hartog). El padecimiento “no elegido” se convierte así en un rasgo distintivo de la violencia ejercida en Palestina al castigar a la población civil.
Los discursos sobre la construcción de la memoria son inseparables de las modalidades de victimización. En contextos de violencia, los discursos movilizan a distintos sectores de la sociedad, generando tensiones entre el Estado, instituciones y comunidades evidenciando el carácter conflictivo de la definición de qué, a quién y cómo recordar. Es por esto que, en momentos de crisis, los proyectos culturales pueden ser especialmente importantes al unir a las personas y crear un sentido de comunidad y pertenencia.
Los proyectos culturales pueden proporcionar una plataforma para que las personas expresen sus sentimientos, ideas y experiencias, resistiendo a la opresión y la injusticia. Según Nancy Fraser, la lucha por el reconocimiento es fundamental para la justicia social, lo que en el contexto del arte y la difusión cultural implica que los grupos marginados deben luchar por el reconocimiento de su cultura e identidad.
Esto puede lograrse a través de la creación de espacios culturales alternativos y la promoción de la diversidad cultural, desafiando la discriminación y la exclusión. El arte y la cultura pueden ser herramientas poderosas para la transformación social, ayudando a desafiar las estructuras de poder dominantes y promover la justicia social.
Sin embargo, es importante reconocer que el arte y la difusión cultural también pueden ser utilizados como herramientas de control y dominación, legitimando la posición de los grupos dominantes y manteniendo su poder sobre los grupos subordinados. Esta dualidad resalta la importancia de una perspectiva crítica en la creación y difusión cultural.