Perros, gatos e incluso fotografías de animales fallecidos formaron parte de esta tradición
YUSETT YÁÑEZ/PORTAVOZ
Las campanas de la parroquia de San Roque comenzaron a sonar y, junto a ellas, un coro distinto se unió a la celebración, ladridos, maullidos y el sonido alegre de collares tintineando. En el atrio, se reunieron decenas de personas con sus mascotas en brazos, atadas con correa o dentro de transportadoras, esperando el momento de la bendición.
La tradición, que se realiza cada año en el marco del festejo a San Roque considerado protector de los enfermos y de los animales, tiene un toque especial en Tuxtla Gutiérrez: también se recuerda a Melampo, el perro que, según la leyenda, acompañó al santo y lo asistió en su labor de ayuda a los necesitados.
El párroco José Luis, encargado de oficiar la ceremonia, explicó el sentido profundo de este acto.
“Todas las cosas son creadas por Dios, y desde luego estos animalitos también son una creación… en Génesis nos habla de la creación de los animales, como Dios va habitando la creación del universo y por último nos deja a nosotros, los seres humanos, que tenemos la capacidad para poder dominar lo creado”, dijo ante los asistentes.
Entre ellos se encontraba Mariana, una visitante originaria de Guadalajara que participaba por primera vez en la bendición. Acariciando a su perrita Bimba, de tres años, confesó que la experiencia le resultó emotiva y significativa.
“Se me hace padre que la iglesia tenga inclusión con los perritos y los incluya en la bendición”.
La escena mezclaba lo solemne con lo entrañable, un perro grande con pañuelo rojo en el cuello se acercaba curioso al cubo del agua bendita; un gato atigrado miraba con desconfianza el bullicio desde el interior de su transportadora; algunos jóvenes sostenían fotos de mascotas que ya habían partido, recordadas con cariño y oraciones.
Elizabeth, habitante de Tuxtla, llevó a su perrita “como a una hija”. Entre emoción y tristeza, recordó que no todos los animales tienen la misma suerte.
“Es mi hija, es mi vida… la verdad sí me da mucha tristeza, sobre todo personas que los matan, sin corazón e inhumanas”.
La ceremonia no solo fue un gesto de fe, sino también un recordatorio de la responsabilidad que implica convivir con un animal. El párroco insistió en que la bendición es también un compromiso para tratarlos con respeto y procurar su bienestar.
El acto se convirtió en un encuentro comunitario, vecinos que se saludaban, familias que se tomaban fotos con sus mascotas y voluntarios que asistían el festejo. La imagen más divertida la dieron los más inquietos, un cachorro que interrumpió el rezo con un ladrido insistente y un par de gatos que, en un gesto poco fraternal, se bufaron a mitad de la bendición.
Más allá de las anécdotas, el evento dejó un mensaje claro, la fe y el amor por los animales pueden convivir, y las tradiciones religiosas, cuando se adaptan a los tiempos, se convierten en espacios de inclusión y reflexión. En un contexto donde el maltrato animal sigue siendo un problema vigente, la parroquia de San Roque se presenta como un lugar donde la vida, en todas sus formas, es digna de cuidado y protección.
Al final, tras recibir el agua bendita, muchos feligreses se retiraron con sonrisas, cargando a sus mascotas o llevando en el corazón el recuerdo de aquellas que ya no están. En el atrio, el eco de los rezos se mezclaba con el sonido de las patas sobre el piso y la sensación de que, al menos por un día, los animales fueron protagonistas de una celebración que une devoción y ternura.