Los afectados señalaron que fueron engañados y que autoridades han dado respuestas dilatorias
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
El avance del Tren Transístmico volvió a encender tensiones en Palenque, luego de que habitantes de la colonia Arboleda Maya A.C. denunciaran despojo de terrenos como consecuencia de los trabajos de la obra. Los afectados aseguraron que fueron engañados bajo la promesa de simples mediciones en sus propiedades, pero enfrentaron la pérdida de árboles frutales, maderables e incluso de una vivienda, sin previo aviso ni acuerdos formales.
El reclamo no se limitó a la invasión física de la tierra, sino a lo que representa, la vulnerabilidad de comunidades enteras frente a proyectos de gran escala que priorizan el cumplimiento de plazos sobre el respeto a los derechos básicos. De acuerdo con cifras del Registro Agrario Nacional, más del 60 por ciento de los conflictos en el sur-sureste tienen como origen disputas de tierras derivadas de proyectos de infraestructura, lo que muestra que este caso no es aislado, sino parte de un patrón histórico.
A ello se suma el papel de las autoridades en la gestión del conflicto. Los vecinos relataron que, al intentar dialogar con funcionarios y con el personal militar asignado a la obra, las respuestas han sido evasivas, mientras las máquinas no se detienen. Esta situación reflejó una brecha profunda entre el discurso de desarrollo regional y la realidad de quienes habitan los territorios afectados, donde la participación comunitaria suele ser más un trámite que una práctica efectiva.
El impacto ambiental también está en el centro de las preocupaciones. Según datos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Chiapas y Oaxaca concentran el 35 por ciento de la biodiversidad nacional, lo que convierte a cada árbol talado en una pérdida que trasciende lo local. La destrucción de frutales y maderables no solo afecta la economía familiar, sino también el equilibrio ecológico en zonas que dependen de estos recursos para subsistir.
Frente a este escenario, los habitantes han optado por organizarse y manifestarse, en busca de reparación por los daños sufridos y de un reconocimiento real a sus derechos. Lo que ocurre en Arboleda Maya sintetiza un dilema más amplio y cuestiona sobre cómo se deben conciliar los megaproyectos que se presentan como motores de progreso con el respeto a la tierra, la naturaleza y las comunidades que las habitan.