Sheila X. Gutiérrez Zenteno
Decía el cineasta Stanley Kubrick que las películas, como los sueños, demandan la suspensión del juicio moral para que ciertas historias puedan ser contadas, de otra manera, ese juicio aunado al prejuicio limitarían el mostrar en un filme situaciones que, como sociedad a veces preferimos ignorar, aunque, hay una diferencia en abordarlo desde el sensacionalismo a hacerlo desde una mirada que exija al creador cierto compromiso con el mundo; se trata de elevar el ejercicio fílmico estético a uno ético, para producir incomodidad que derive en la reflexión.
Y esto es lo que hace la directora y guionista francesa Maïmouna Doucouré quien en su Ópera prima, Mignonnes (Guapis o Cutties, 2020), nos cuenta cómo desde la adolescencia se enfrenta la violencia que la misma estructura social produce hacia ellas: desde estereotipos de belleza hasta normas culturales degradantes. En un viaje bastante íntimo a través de su protagonista Amy, la directora muestra cómo un grupo de adolescentes descubre que vistiendo ropa ajustada, luciendo hipersexualizadas, y en posturas sugerentes en sus videos, estos son compartidos y reciben todo tipo de reacciones.
¿Por qué una niña de su edad querría lucir sexy? Porque mediáticamente se asocia con lo popular. Y si luego de la publicación recibes un corazón (Me gusta), el cuerpo recibe una subida de dopamina que produce bienestar: alguien nos ha validado. En 2020 poco se hablaba del peligro que suponía la sexualización de niñas y adolescentes. La directora francesa decidió exponerlo. Su película no fue bien recibida por el público. Parte de la sociedad la condenó por la edad de las actrices, pero también se vio en un espejo que no le gustó. Maïmouna Doucouré usó el arte para mostrar una mínima parte de la violencia sistemática que cientos de niñas y adolescentes enfrentan todos los días.
El pánico moral de la sociedad rebasó al filme y la cancelación minimizó temas que debían llegar a la discusión pública: desde el uso de las redes sociales por menores sin controles parentales, hasta el rechazo a la propia cultura, la hipersexualización de las niñas y la vigencia de tradiciones que lastiman la dignidad de las mujeres.
ADOLESCENTES QUE INTENTAN ENTENDER QUIÉNES SON
La adolescencia femenina es uno de los períodos más complejos. No sabes quién eres. Te tratan como una niña, pero empiezas a recibir exigencias relacionadas con el comportamiento de una adulta joven. Inician los cambios físicos, hormonales y psicológicos, todo al mismo tiempo. Llega la pubertad y ves cambios en tu cuerpo, los senos crecen, aparece el vello donde antes no existía, llega la menstruación, tu mundo cambia.
En Mignonnes (Guapis), Amy, una niña musulmana senegalesa intenta comprender quién es. Su crisis inicia con la pubertad, cuando comprende que su cultura limita las libertades de las mujeres mientras observa que adolescentes de otros grupos son libres, o eso es lo que Amy cree porque en realidad esas niñas también están tratando de entender el papel de la sexualidad en sus vidas por lo que solo replican los patrones de comportamiento que observan en los adultos, gracias a todo tipo de información que obtienen del Internet.
Son niñas de 11 años, descubriendo el mundo a través de Internet porque los adultos y las adultas que deben guiarlas no están. Amy quiere pertenecer, lucir como ellas y no ser llamada perdedora, pero debe cuidar de su hermano pequeño y al mismo tiempo, lidiar con el hecho de que su padre elegirá una nueva esposa por lo que su madre, quien será sustituida con una nueva mujer, debe preparar el lecho nupcial de su marido en su propia casa.
Una de las primeras fotografías que Amy sube a su cuenta de IG la muestra, reproduciendo mecánicamente la postura de una modelo; coloca la cabeza de lado sobre su hombro y aplica la famosa “cara de pato” (duck face) que no es otra cosa que exagerar la forma de los labios y darles un aspecto más voluminoso y sensual.
¿Qué lleva a una niña de 11 años a vestir pantalones ajustados de falso cuero y cadera baja mientras baila sexualmente al ritmo de reguetón? ¿Qué orilla a otra niña de frondoso y hermoso cabello rizado intentando alisarlo con una plancha porque no luce como el de otras niñas? ¿Por qué una niña decide exponer su intimidad mediante un video que ella publica por cuenta propia en su red social para buscar ser aceptada por otros? ¿Por qué un grupo de niñas se planta frente un espejo mientras pintan sus labios, se acomodan los senos que aún no crecen y se contonean como adultas? ¿Qué pasa con las familias de estas adolescentes que ignoran en qué invierten su tiempo libre?
Con Mignonnes, Doucouré buscó colocar en la discusión pública problemáticas que niñas y adolescentes viven en su día a día: el no saber cómo relacionarse con su madre mientras su cuerpo cambia, cómo enfrentar las exigencias de los estereotipos de belleza occidentales que las llevan a negar quiénes son ellas, el peso del Internet en sus vidas y el rol de las familias en estos procesos, ni hablar de la hipersexualización adolescente que, por un lado la sociedad condena, pero por el otro aplaude, consume y distribuye.
LA HIPERSEXUALIZACIÓN INFANTIL Y QUÉ HACER
Todo es válido para hacerse viral en estos tiempos. Niñas de 10 u 11 años publican videos en la red mientras bailan en ropa diminuta y ese es el material que la machósfera busca con desesperación para su consumo, pero estas pequeñas no tienen conciencia de lo que su sexualización implica, y Mignonnes lo muestra. La hipersexualización está a la orden del día en Internet, y esa exageración y exaltación de los atributos sexuales en niñas y adolescentes las expone y vulnera porque ellas no cuentan con las herramientas para comprender porque esta práctica puede tornarse adictiva y a la larga producirles baja autoestima, problemas de imagen corporal, problemas emocionales, dificultades en las relaciones interpersonales, riesgo de abuso sexual y procesos de adicción.
Si una adolescente descubre que unos labios gruesos como los que luce una de las Kardashian (o una muñeca Bratz) le vuelven popular, desearía que los suyos sean iguales, poniendo en riesgo incluso su salud. La hipersexualización infantil tiende a mostrar a infantes y adolescentes como objetos sexuales o adultos jóvenes y se manifiesta a través de los comportamientos, códigos de vestimenta, el lenguaje, el uso de maquillaje o los peinados, entre otros. La hipersexualización fomenta la promoción de cánones de belleza irreales, comportamientos y estéticas adultas en una edad temprana.
La hiperseuxalización infantil y adolescente se fomenta a través de la publicidad, los medios de comunicación y las plataformas digitales, es en estas últimas que, por ejemplo, la pornografía, particularmente el hentai animado, muestra a niñas o adolescentes púberes vestidas de colegialas, manteniendo relaciones sexuales en su escuela con compañeros de aula, profesores o demonios que les agreden sexualmente, mientras ellas lucen felices.
Estas prácticas no son recientes, los viejos videos de concursos de belleza infantil muestran a niñas de cinco o seis años modelando orgullosas diminutos trajes de baño, maquilladas como mujeres adultas y contoneando sus caderas sonríen para obtener el reconocimiento público, la pregunta que tendríamos que hacernos es ¿Por qué alguien querría que una niña de seis años luzca como una mujer adulta? No son muñecas, son personas.
Esta sexualización se incrementó con el uso de Internet. La digitalización permite hoy distorsionar con mayor facilidad la apariencia física para alcanzar estándares de belleza poco realistas, niñas de 11 años pueden lucir como jóvenes de 23 gracias al uso de filtros o softwares que modifican su rostro, engrosan sin dificultad sus labios o les colocan enormes pestañas que ninguna mujer posee naturalmente. A mayor sexualización de una niña o adolescente en sus videos y fotografías, es mayor el número de reacciones y es así que las adolescentes buscan cubrir esa necesidad de aceptación, popularidad o visibilidad que la pubertad trae.
La falta de modelos a seguir que promuevan una visión saludable no sexualizada de la infancia, contribuye a que la hipersexualización se normalice cada vez más en las plataformas digitales, sobre todo cuando los mismos medios de comunicación muestran a estas adolescentes como “influencers famosas” que ganan dinero. Poco se habla de los problemas de salud mental, conductas de riesgo y relaciones sexuales prematuras que todo esto genera.
A cinco años del estreno del filme esto es más usual de lo que queremos reconocer. Así que de nueva cuenta somos los adultos y las adultas los responsables de niñas y adolescentes. Los especialistas recomiendan enseñarles a valorar sus cualidades internas, es importante explicarles que la apariencia física no es lo más importante.
Cuando se tope con una película como Mignonnes (Guapis, 2020) tome asiento, intente dialogar con el filme, pregúntese por qué la persona que realizó ese trabajo le muestra la realidad de esa manera. Tal vez descubra que, más allá del juicio moral hay problemáticas que merecen ser abordadas ─como la hipersexualización de las niñas─ y decida si vale la pena replicar en sus cuentas en Internet el video de una niña de tres años meneándose en el suelo, porque ese video con el que usted se ríe, seguramente terminará en la pantalla de decenas de pedófilos que disfrutarán del espectáculo gracias a Internet.