Sarelly Martínez Mendoza
La miniserie Las muertas, de Luis Estrada, es la versión más cercana, casi literal, de la novela homónima de Jorge Ibargüengoitia.
Escribir con humor sobre asesinatos en un burdel no era fácil. Aun así, Ibargüengoitia insertó frases punzantes, divertidas, deslizadas con una técnica de irrelevanteinocencia.
No hay ironía gozosa, sino críptica. Es un humor grotesco, porque solo así era posible comprender aquel escándalo, aquellas muertes, aquella corrupción, donde todos estaban involucrados: policías, militares, políticos, jueces, familias conservadoras y damas de la vela perpetua.
Desde la mirada de Ibargüengoitia, las menos culpables fueron las hermanas Baladro: aunque responsables de otros delitos, no fueron asesinas.
El mayor atrevimiento de Luis Estrada es dar vida al personaje oculto de la novela, aquel que en la vida real creó el imaginario de las Poquianchis: la prensa. Sobre todo, la revista ¡Alarma! que con sus encabezados amarillistas de “ratas” para las regenteadoras del burdel, se contraponía a las frágiles “florecitas del campo”, metáfora usada para las prostitutas.
Los reporteros fueron los jueces, los que condenaron, los que absolvieron, los que inflaron las cifras de muertas, los que culparon solo a las Baladro… La aportación de Ibargüengoitia es que aquellas “hienas” no podían haber surgido sin la protección gozosa de respetados padres de familia -clientes en sus ratos libres de sus lupanares-, políticos, jueces y hasta de madres que entregaban a sus hijas a cambio de dinero.
¡Alarma!, que marcaría una época en la prensa amarilla, con titulares sensacionalistas, encontró en la cobertura de ese acontecimiento en 1964 un estilo para aumentar rápidamente su tiraje. De vender 140 mil ejemplares, pronto sobrepasó el millón. Para lograr sus propósitos no le importó exagerar, mentir y mostrar cuerpos destrozados, en una estética “alarmista”, que influyó en la prensa de nota roja en todo el país.
Hay una escena creada por Luis Estrada en la que un periodista entra a un hotel y le dice al administrador: “Y esta, con su vida”. Le muestra una caja enorme de máquina de escribir: el instrumento poderosísimo, entonces, de la opinión pública.
10 años después, cuando Ibargüengoitia investigó el tema, encontró que solo se habían documentado cinco muertes y no 160, como había informado la prensa tremendista y alarmista.
Hay un mea culpa del reportero de ¡Alarma!:
“La verdad sí tengo que reconocer que exageramos un poco en las notas sobre las Baladro; sobre todo, cuando hablamos que mataron a docenas y hasta cientos de muchachas. Pero en ese momento, sin duda era necesario, porque, gracias a nuestro trabajo se tomó conciencia en México de problemas tan graves como la prostitución, infantil, el lenocinio, trata de blancas, desaparición de mujeres, abuso de mujeres, pero sobre todo de la complicidad y corrupción de las autoridades en todos los niveles.
“No nos gusta darnos baños en agua de rosas, tampoco estamos en el club de los elogios mutuos, pero sí creo que nuestro trabajo cambió para siempre la manera de hacer periodismo en México. Y desde entonces, incluyendo la radio y la televisión, han tratado de imitarnos”.
Hay un testimonio en la novela, que pensé que rescataría Luis Estrada, porque está llena de humor. Es uno de los clientes y padre de familia “ejemplar”:
“Pregúnteme usted: ¿qué tiene que hacer las noches de todos los sábados en un burdel un hombre que tiene esposa y varias hijas y vive feliz con ellas? No sé qué contestarle, pero así era yo. Estaba obnubilado. Cada sábado, dando las nueve en el reloj de la parroquia, cerraba la mercería y me iba al México Lindo. En el momento en que pisaba yo el interior de aquel lugar todo me parecía bonito: el decorado, las mujeres, la música. Hice de todo: bailé, bebí, platiqué y ninguna de las mujeres que pasaron por allí entre 57 y 60 se me escapó.
“Regresaba a mi casa rayando el sol. ‘¿Dónde estuviste?’, me preguntaba mi mujer. ‘En una junta de Acción Católica.’Nunca me creyó. Durante años sospechó que yo tenía una amante. No sabe que la engañé con 43”.
A 65 años de aquellas muertes, la estética alarmista sigue reproduciéndose en las redes sociales, y los delitos y crímenes continúan siendo alentados por un sistema político permisivo. Las hermanas Baladro no cantan solas: siempre forman parte de una orquesta.