Andrea Flores Mena
El Zócalo volvió a llenarse. No con el rugido de la protesta ni con la fiesta popular de los días patrios, sino con el pulso político de un país que vuelve a mirarse en su plaza mayor. Este 5 de octubre, Claudia Sheinbaum ofreció su mensaje por el primer año de Gobierno, un acto que superó la forma protocolaria del informe para convertirse en un ejercicio de legitimidad simbólica. Más de 400 mil personas acudieron al llamado de la presidenta. Lo que se escenificó hoy fue algo más que un balance administrativo: fue la confirmación de que el poder sigue necesitando al pueblo como espejo y sostén.
ENTRE ESPERANZA Y FATIGA
El país llega a este punto con heridas abiertas (corrupción, violencia, desigualdad, inflación persistente), pero también con una expectativa social que no se disuelve. El mensaje de Sheinbaum insistió en continuidad y resultados: programas sociales ampliados, estabilidad económica, inversiones, infraestructura. En un contexto de cansancio ciudadano, esa narrativa busca reconectar con la fibra emocional de un pueblo que aún cree que la justicia social es posible si el Estado mantiene su presencia.
El Zócalo se convirtió en una especie de ágora moderna: la multitud no solo escuchaba, también reclamaba pertenencia. En un país donde las instituciones formales a menudo fallan, la calle sigue siendo el espacio donde se restituye la confianza política.
Políticamente, el acto de hoy cierra el primer ciclo de la administración Sheinbaum con una señal clara: el proyecto de la Cuarta Transformación continúa, pero evoluciona bajo una nueva conducción.
Sheinbaum se mostró firme, técnica, cercana y precisa. Su discurso no rompió con el legado de quien la precedió, sino que lo proyectó hacia un futuro institucional más sólido, donde la continuidad no significa dependencia, sino madurez política. “En México manda el pueblo”, reafirmó, dejando claro que la esencia del movimiento se mantiene, pero con un sello propio que privilegia la planeación, la ciencia y la coordinación.
El país observa una transición interesante: de un liderazgo carismático hacia uno racional, técnico y con visión de Estado. Si esta ruta logra consolidarse, México podría entrar en una etapa de estabilidad política inédita, basada en la eficiencia más que en la épica.
CHIAPAS Y LOS EJES COMPARTIDOS
En Chiapas, el discurso nacional de justicia y desarrollo se traduce en resultados concretos. El trabajo conjunto entre la presidenta y el gobernador ha dado lugar a una mancuerna efectiva en materia de seguridad, coordinación institucional y atención social.
Los esfuerzos por mantener la paz en una región históricamente compleja se reflejan en estrategias conjuntas que han reducido índices delictivos y fortalecido la presencia del Estado.
A la par, los programas sociales (Chiapas puede, las pensiones para adultos mayores, las becas y apoyos al campo, entre otros) han tenido un impacto real en comunidades rurales e indígenas, ayudando a reducir brechas y dignificar la vida cotidiana.
El mensaje de Sheinbaum resonó con especial fuerza en el sur del país, donde la gente percibe que el Gobierno federal no los mira desde arriba, sino desde dentro. Chiapas se consolida así como un pilar del proyecto transformador: ejemplo de cómo la colaboración entre órdenes de Fobierno puede traducirse en bienestar tangible y gobernabilidad efectiva.
PRESIDENTA CON A
Lo ocurrido hoy tiene un valor simbólico incuestionable, por primera vez, una mujer preside un acto de masas en el corazón político de México, no como oradora invitada, sino como figura de mando. La escena reconfigura la gramática del poder: la voz femenina deja de ser disidencia para volverse institución.
Sin embargo, el simbolismo corre el riesgo de agotarse si no se traduce en políticas de igualdad sustantiva. La presidenta habló de justicia, bienestar, seguridad y desarrollo, pero el reto está en incorporar una perspectiva de género transversal que no reduzca el feminismo a un gesto representativo.
El feminismo de Estado debe ser redistributivo y estructural: garantizar salarios iguales, redes de cuidado, justicia ante la violencia y autonomía real para las mujeres de todas las regiones, no solo las que ocupan cargos públicos.
Hoy Sheinbaum encarna una conquista histórica, pero también una responsabilidad enorme: demostrar que el poder femenino no es solo posible, sino transformador.
UNA PLAZA QUE HABLA
El Zócalo volvió a ser la plaza del pueblo. Allí donde se celebran victorias, se lloran injusticias y se gritan consignas, hoy se escuchó la voz de una mujer presidenta.
En tiempos de desencanto global, México ofrece una escena inédita: un país gobernado por una científica que se legitima no en los salones diplomáticos, sino frente a una multitud.
La historia dirá si este día fue un punto de inflexión o solo una postal política. Pero algo cambió: el eco de esa voz femenina, frente a cientos de miles, ya forma parte de la memoria colectiva.
Porque hoy, el poder en México no solo habló con voz de mujer: habló con la certeza de que el pueblo sigue siendo su mayor fuerza.