Sarelly Mendoza
Después de los casi 15 mil incendios registrados en Chiapas en 1998, en donde se
quemaron miles de hectáreas de El Ocote, de la Selva Lacandona, de El Triunfo y de
Laguna de Montebello, se aprobó en 1999 una ley que prohíbe la quema en terrenos de
cultivo.
Algo han disminuido los incendios desde entonces, pero ha habido años fatales que
recuerdan el 98, como 2011 y 2023, en que el siniestro se expandió por bosques y selvas de
Chiapas.
Este año, los incendios se han acercado a la capital, con el fuego que ha afectado al Cerro
Mactumatzá, a Meyapac, en Ocozocoautla, y al Boquerón en Suchiapa. La principal
amenaza para las reservas de Chiapas son los incendios, seguido por la deforestación.
El uso responsable del fuego es benéfico incluso para los bosques, sobre todo en las
comunidades mayas que han realizado esta práctica por cientos de años. Hay
investigaciones que apoyan esta nueva mirada, en especial las realizadas por Gabriela Vera,
Guadalupe Álvarez y Laura Ponce Calderón, en el Colegio de la Frontera Sur.
Los incendios forestales son, por supuesto, una desgracia para los bosques, que pierden
biomasa y poblaciones de árboles y plantas, además de fauna, pero también para las
personas que ven agravado su entorno, la contaminación y el clima.
Chiapas ha sido uno de los dos estados con mayor deforestación en el país. Se estima que
pierde alrededor de 50 mil hectáreas al año; aunque para María del Rosario Bonifaz
Alfonzo, la cifra es de más de 65 mil hectáreas, muchas de ellas provocadas por incendios
forestales.
Los incendios afectan las áreas naturales protegidas, que son más de 60 en la entidad, entre
las que destacan El Zapotal, Cerro Mactumatzá, El Ocote, la Sepultura, el Triunfo, Tacaná,
la Encrucijada, Montes Azules y Lacantún. De los 51 incendios que ha contabilizado este
año Protección Civil, 26 han ocurrido en áreas naturales.
La reserva del Ocote, por ejemplo, ha sufrido periódicamente incendios que han disminuido
sus bosques. En 1998, El Ocote perdió más de 19 mil hectáreas. El problema es que
después de los incendios la recuperación es muy lenta, aun cuando se implementen
programas de reforestación.
Este mes suele ser el más catastrófico para los bosques chiapanecos con los incendios
provocados o accidentales. Para Protección Civil el 90 por ciento de los incendios son
provocados por quemas agrícolas mal planificadas. Por eso las multas por quemas van de
los 12 mil 500 a los 50 mil pesos.
Para reducir drásticamente los incendios no basta solo con una ley que prohíba los
incendios agrícolas. Es necesario que se promueva y rescate una cultura del fuego
responsable, en donde participen pobladores y expertos. Esa puede ser una salida para
preservar nuestros bosques, que se han reducido en un 55 por ciento, según The Nature
Conservancy; en este aspecto, la Selva Lacandona tiene la peor cifra, con el 73 por ciento
de desaparición de su territorio original.
Jan de Voz, quien dedicó su vida a prevenir el etnocidio en la selva Lacandona, rescató
aquella vieja oración maya en boca de Chan Kin viejo: “Cuando cae un árbol, muere una
estrella”. Un deber de todos es cuidar que los árboles no caigan por incendios, ni que se
despueble el cielo de estrellas.