Dr. Gilberto de los Santos Cruz
La libertad es posible solo a través del conocimiento y por eso se forja en las escuelas. Con el Plan Chiapas Transformador, el gobernador electo Dr. Eduardo Ramírez Aguilar trabajara para una mejor educación en la entidad.
La educación que se imparte cada día, en cada aula de nuestras escuelas, está vinculada a la libertad. Educamos para ser autónomos; para tomar nuestras propias decisiones porque somos libres, por lo tanto, la educación es la manera que tenemos de construir un mejor País.
La libertad es posible solo a través del conocimiento y por eso se forja en las escuelas; contrariamente, la ignorancia solo conduce a la esclavitud, la opresión, la dominación.
Estudiar nos acerca a la libertad y con ella a la felicidad, dado que esta radica en hacer lo que uno ama, en poder decidir, elegir a conciencia, y eso lo da el conocimiento. Como dice Sarmiento, que fue un gran hombre, hay que “iluminar con la razón la noche de ignorancia”.
Y en eso estamos, en ese tiempo nos encontramos, en donde el cambio cultural opera a través de la educación, la enseñanza; el cambio de conciencia está gestándose en nuestras escuelas, en el aula, con los maestros enseñando y los alumnos aprendiendo.
El conocimiento es lo que abre las puertas a los chicos que están creciendo en nuestras escuelas, para que se constituyan en personas de bien, que sirvan a su patria. La patria, que es el lugar donde nacieron, donde viven sus madres, sus padres, sus amigos, y donde crecerán sus hijos. Y para servirle tenemos que dejar de lado la ignorancia, tenemos que estudiar, ser libres, porque la patria es libre si cada uno de nosotros es libre.
Este es el tiempo para reflexionar acerca de la importancia de construir entre todos una sociedad más justa, más tolerante, cuyas bases se sostengan en la educación, una educación para la libertad, que es ni más ni menos que la posibilidad de hacer lo que queremos sin lastimar al otro.
Por eso es importante acompañar y trabajar junto a las nuevas generaciones para poder crear un ambiente de respeto, de encuentro, de diálogo, de empatía con el otro, una sociedad igualitaria.
A través de procesos educativos que formen en valores podremos encontrar las herramientas y las estrategias necesarias para construir espacios de reflexión que permitan acortar brechas, ejercitar nuestra comprensión y reconstruir el tejido social.
Es en las aulas, pero también en los ámbitos no formales de la educación, donde se puede empezar a transformar y construir una sociedad abierta, de participación y de compromiso, una sociedad más justa.
Lo que nos ata es la cadena de la ignorancia. La libertad se logra solo a través del conocimiento y del estudio.
Únicamente por la educación, el hombre puede llegar a ser hombre. No es, sino lo que la educación le hace ser. Se ha de observar que el hombre no es educado más que por hombres, que igualmente están educados. De aquí, que la falta de disciplina y de instrucción de algunos, les hace también, a su vez, ser malos educadores de sus estudiantes. Si un ser de una especie superior recibiera algún día nuestra educación, veríamos entonces lo que el hombre pudiera llegar a ser. Pero como la educación, en parte, enseña algo al hombre y, en parte, lo educa también, no se puede saber hasta dónde llegan sus disposiciones naturales. Si al menos se hiciera un experimento con el apoyo de los poderosos y con las fuerzas reunidas de muchos, nos aclararía esto lo que puede el hombre dar de sí. Pero es una observación tan importante para un espíritu especulativo, como triste para un amigo del hombre, ver cómo los poderosos, la mayor parte de las veces, no se cuidan más que de sí y no contribuyen a los importantes experimentos de la educación, para que la naturaleza avance un poco hacia la perfección.
No hay nadie que haya sido descuidado en su juventud, que no comprenda, cuando viejo, en qué fue abandonado, bien sea en disciplina, bien en cultura (que así puede llamarse la instrucción). El que no es ilustrado es necio, quien no es disciplinado es salvaje. La falta de disciplina es un mal mayor que la falta de cultura; esta puede adquirirse más tarde, mientras que la barbarie no puede corregirse nunca. Es probable que la educación vaya mejorándose constantemente, y que cada generación dé un paso hacia la perfección de la humanidad; pues tras la educación está el gran secreto de la perfección de la naturaleza humana.
La educación es un arte, cuya práctica ha de ser perfeccionada por muchas generaciones. Cada generación, provista de los conocimientos de las anteriores, puede realizar constantemente una educación que desenvuelva, de un modo proporcional y conforme a un fin, todas las disposiciones naturales del hombre, y conducir así toda la especie humana a su destino.
Este principio es de la mayor importancia.
Los padres, en general, no educan a sus hijos más que en vista del mundo presente, aunque esté muy corrompido. Deberían, por el contrario, educarles para que más tarde pudiera producirse un estado mejor. Pero aquí se encuentran dos obstáculos:
a) Los padres solo se preocupan, ordinariamente, de que sus hijos prosperen en el mundo, y b) los príncipes no consideran a sus súbditos más que como instrumentos de sus deseos.
Los padres, cuidan de la casa; los príncipes, del Estado. Ni unos ni otros se ponen como fin un mejor mundo, ni la perfección a que está destinada la humanidad y para lo cual tiene disposiciones. Las bases de un plan de educación han de hacerse cosmopolitamente. ¿Es que el bien universal es una idea que puede ser nociva a nuestro bien particular? De ningún modo; pues aunque parece que ha de hacerse algún sacrificio por ella, se favorece, sin embargo, el bien de su estado actual. Y entonces, ¡qué nobles consecuencias le acompañan! Una buena educación es precisamente el origen de todo el bien en el mundo. Es necesario que los gérmenes que yacen en el hombre sean cada vez más desarrollados; pues no se encuentran en sus disposiciones los fundamentos para el mal. La única causa del mal es el no someter la naturaleza a reglas. En los hombres solamente hay gérmenes para el bien.
¿De dónde debe venir el mejor estado del mundo? ¿De los príncipes o de los súbditos? ¿Deben estos mejorarse por sí mismos y salir al encuentro, en medio del camino, de un buen Gobierno? Si los príncipes deben introducir la mejora, hay que mejorar primero su educación; porque durante mucho tiempo se ha cometido la gran falta de no contrariarles en su juventud. El árbol plantado solo en un campo, crece torcido y extiende sus ramas a lo lejos; por el contrario, el árbol que se alza en medio de un bosque, crece derecho por la resistencia que le oponen los árboles próximos, y busca sobre sí la luz y el Sol. Lo mismo ocurre con los príncipes. Sin embargo, es mejor que los eduque uno de sus súbditos, que uno de sus iguales. Solo podemos esperar que el bien venga de arriba, cuando su educación sea la mejor
Los particulares, sin duda, han de tener presente, en primer lugar, el fin de la naturaleza; pero necesitan mirar, sobre todo, el desenvolvimiento de la humanidad, y procurar que esta no solo llegue a ser hábil, sino también moral y, lo que es más difícil, tratar de que la posteridad vaya más allá de lo que ellos mismos han ido.
Por eso recordamos que solo el que supo ser maestro verdadero en el campo y en la ciudad puede sentir y gozar de las delicias de haber cumplido con los niños, con los hombres y con la patria nacional.