Especialistas advirtieron que la inseguridad ha generado pensamientos suicidas y deserción escolar
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
El impacto de la violencia en Chiapas ha dejado secuelas que van más allá de los hechos delictivos. En el último año, los casos de ansiedad, depresión y pensamientos suicidas han aumentado en las principales ciudades y zonas de conflicto, esto afecta sobre todo a la población joven. Aunque las cifras oficiales aún están en construcción, la demanda de atención en hospitales públicos y privados ha encendido las alarmas.
El director de Salud Pública del estado, Orlando García Morales, reconoció que la salud mental se ha convertido en una crisis silenciosa que golpea a los adolescentes y adultos jóvenes. La exposición constante a la violencia, el desplazamiento forzado y la incertidumbre económica han generado estragos en su bienestar emocional. Según el especialista, estos problemas se reflejan en el abandono escolar, el consumo de sustancias y el incremento de embarazos en adolescentes.
El problema no se limita a comunidades indígenas o regiones aisladas. Ciudades como Tuxtla Gutiérrez, Tapachula y Chiapa de Corzo, junto con los municipios de la Sierra Fronteriza, han sido identificados como focos de alta incidencia. La inestabilidad generada por grupos criminales en estas zonas ha intensificado el deterioro de la salud mental, lo que deja a miles de jóvenes en un estado de vulnerabilidad extrema.
Durante los últimos tres años y medio, el estado ha sido escenario de una disputa territorial entre los principales grupos delictivos del país, esto ha provocado desplazamientos, desapariciones y reclutamientos forzados. En este contexto, la salud mental ha pasado a un segundo plano, mientras las víctimas lidian con traumas no atendidos y un sistema de atención saturado y con pocos recursos.
Ante esta crisis, las autoridades han prometido fortalecer las acciones preventivas y mejorar el acceso a servicios de salud mental. Sin embargo, expertos advirtieron que sin un enfoque integral que atienda las causas estructurales del problema, el impacto de la violencia cobrará factura en la estabilidad emocional de las nuevas generaciones.