Chiapa de Corzo y Tuxtla concentran más del 85 por ciento de las colonias establecidas dentro del parque nacional
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
La devastación del Parque Nacional Cañón del Sumidero no ocurrió de la noche a la mañana ni por accidente. Detrás del ecocidio hay un patrón constante de permisividad institucional y apropiación silenciosa del territorio, con consecuencias ambientales irreversibles. A casi medio siglo de su declaratoria como área protegida, el Cañón ha sido entregado pedazo a pedazo por la negligencia de quienes debían protegerlo.
La tolerancia de las autoridades municipales frente a las invasiones ha sido tan sistemática que ya se contabilizan 91 colonias establecidas dentro del polígono del parque. No se trata de hechos aislados, sino de un proceso sostenido en el que los ayuntamientos han preferido mirar hacia otro lado mientras se urbanizan zonas que deberían resguardarse como patrimonio ambiental.
Tuxtla Gutiérrez y Chiapa de Corzo concentran más del 85 por ciento del terreno ocupado, con más de seis mil lotes distribuidos en lo que alguna vez fue un ecosistema funcional. La expansión irregular ha trastocado dinámicas hídricas, alterado microclimas y puesto en riesgo especies endémicas. No solo se pierde bosque, se rompe una cadena de vida que no es recuperable en el corto plazo.
Pese a que el Cañón del Sumidero está inscrito como sitio Ramsar y forma parte de los destinos turísticos más representativos de Chiapas, su degradación avanza sin freno. Incluso los municipios más pequeños, como Soyaló o Usumacinta, han sido partícipes de esta apropiación ilícita. El mensaje es claro, la protección ambiental cede terreno ante el abandono gubernamental y la presión urbana.
Hoy, hablar de recuperar las dos mil 900 hectáreas perdidas suena imposible. La inacción ha dejado cicatrices físicas y legales que parecen irreversibles. Pero el verdadero daño es simbólico, Chiapas no solo ha permitido que desaparezca una de sus reservas naturales más valiosas, también ha normalizado la idea de que proteger el medio ambiente es una opción, no una obligación.