Médicos y sindicalizados denunciaron la omisión deGobierno federal ante un sector debilitado y sin recursos
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
Mientras el nuevo hospital del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) permanece sin operar, miles de derechohabientes en Tapachula enfrentan cada día la realidad de un sistema de salud deteriorado, sin equipo suficiente, ni personal capacitado. El abandono institucional se vuelve más visible en una región donde la demanda médica crece y las soluciones no llegan.
Las quejas no solo vienen de los pacientes. Son los propios trabajadores quienes denuncian la ausencia de herramientas mínimas para ofrecer una atención digna. Las carencias, arrastradas por años, van desde quirófanos sin condiciones hasta un tomógrafo nuevo que no sirve porque nunca llegó el técnico. Todo está, menos la voluntad.
El malestar social se amplifica cuando quienes deberían recibir atención médica terminan en espera de forma indefinida por un estudio o un tratamiento que no existe. La precariedad es tal, que incluso el aire acondicionado en áreas críticas brilla por su ausencia, y los insultos, en lugar de dirigirse a las autoridades, recaen sobre el personal médico.
El sindicato ha exigido con énfasis que se asignen las plazas prometidas, pero estas siguen sin concretarse. Tapachula necesita médicos, enfermeras, técnicos y especialistas que no llegan. Y mientras tanto, el nuevo hospital permanece como un cascarón vacío, símbolo del desinterés federal hacia la salud en la frontera sur.
Desde la trinchera sindical, los trabajadores afirmaron que no cederán en la lucha por condiciones justas. Su causa, aseguraron, no es solo laboral, sino humana, lo que exigen repercutirá en modo directo en la calidad del servicio que los derechohabientes merecen. Y aunque el panorama es adverso, se niegan a aceptar la indiferencia como destino. La salud no puede seguir siendo una promesa suspendida para Tapachula.