Más de 130 mil personas solicitaron asilo en Chiapas durante 2023, muchas enfrentan exclusión y discriminación
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
En un país que se enorgullece de su hospitalidad, los actos recientes de xenofobia ponen en duda los valores que dice defender. Desde Tuxtla Gutiérrez, el arzobispo José Francisco González lanzó un llamado urgente, detener la fragmentación social que avanza a ritmo de odio. Su mensaje, más que religioso, fue político y humano, o reconstruimos el tejido social o normalizamos la exclusión como parte del paisaje.
La preocupación no es menor. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), más de 380 mil personas migrantes residen de forma temporal o definitiva en México, muchas de ellas enfrentan actos de discriminación. En Chiapas, uno de los principales corredores migratorios del país, más del 60 por ciento de la población considera que el rechazo al extranjero se ha intensificado, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS). Mientras tanto, los desplazamientos internos por conflictos comunitarios en la región Altos se dispararon un 25 por ciento solo en el último año, según la Red por la Paz.
El arzobispo criticó que, a pesar del acceso a la educación y la información, la empatía ha quedado rezagada. El llamado no se limita a defender a los migrantes centroamericanos, que, según la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), suman más de 130 mil solicitantes de asilo en la entidad tan solo en 2023, sino también a frenar la violencia interna entre comunidades chiapanecas, alimentada por diferencias políticas, religiosas o étnicas.
En ese contexto, el mensaje de la Iglesia se posicionó como contrapeso a la narrativa de exclusión, construir puentes donde otros levantan muros. La figura de San Francisco de Asís fue evocada como guía espiritual, pero también como emblema de una ética humanista necesaria en medio del caos social. El arzobispo insistió en que la paz comienza reconociendo al otro como igual, no como enemigo.
Este llamado ocurre en un momento clave, México atraviesa una etapa de polarización acelerada, donde los discursos de odio tienen eco no solo en redes sociales, sino en decisiones políticas y en la violencia cotidiana. La invitación fue clara, volver a mirarnos como comunidad, no como competencia. Porque si algo debe unirnos, es la convicción de que nadie merece ser desplazado, marginado o temido por buscar una vida mejor.
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El arzobispo insistió en que la paz comienza reconociendo al otro como igual, no como enemigo