El cambio climático amenaza con reducir la producción y provocar su desaparición hacia el 2100
YUSETT YÁÑEZ/PORTAVOZ
En Chiapas, el maíz no solo es alimento: es identidad cultural, historia y economía para miles de familias campesinas que dependen de su siembra y comercialización. Sin embargo, los efectos del cambio climático amenazan directamente su futuro.
De acuerdo con datos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), México produce en promedio más de 27 millones de toneladas de maíz al año, siendo uno de los principales productores a nivel mundial. Chiapas, en particular, ocupa un lugar destacado no solo por su volumen de cosecha, sino por la diversidad genética que conserva, con nueve razas nativas cultivadas desde hace siglos en distintas regiones del estado.
El investigador Alejandro Moreno, especialista en agroecología, explicó que los cambios en las temperaturas y la reducción de lluvias ya están impactando de manera significativa los rendimientos del cultivo.
“En el caso del maíz en Chiapas, los agricultores lo hacen en temporal, es decir, dependen de la lluvia para sembrar. Obviamente, si se disminuye la precipitación, la planta ya no rinde lo mismo que hace 10, 20 o 30 años. El aumento de temperatura y la falta de agua hacen que el maíz ya no crezca de la misma manera”, señaló.
La situación es especialmente crítica si se considera que, según cifras del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), alrededor del 80 por ciento del maíz sembrado en la entidad depende del régimen de lluvias, lo que lo hace altamente vulnerable a las variaciones climáticas.
Un estudio reciente realizado por especialistas, en el que se modelaron escenarios climáticos para las próximas décadas, reveló datos alarmantes.
“Se trabajó con nueve razas de maíz que se dan en Chiapas y el modelado arroja que por lo menos tres razas: el Elotillo, el Elotón y el Comiteco van a sufrir hacia el año 2100. Principalmente el Elotillo y el Elotón podrían desaparecer en el estado”, advirtió Moreno.
Estos resultados significan que la biodiversidad agrícola del estado se encuentra en riesgo. La desaparición de razas de maíz no solo representa la pérdida de un recurso biológico, sino también de un legado cultural. En la comarca, comunidades indígenas y campesinas han desarrollado por generaciones técnicas de cultivo, selección y resguardo de semillas, que son parte del patrimonio alimentario de México.
Además del impacto cultural, la posible extinción de variedades de maíz tendría graves repercusiones en la seguridad alimentaria. En México, el grano es la base de la dieta diaria: se consume en tortillas, tamales, atoles y una infinidad de preparaciones que constituyen el corazón de la gastronomía nacional. Según datos de la FAO, en el país cada persona consume en promedio 285 gramos de maíz al día, lo que equivale a más de 100 kilos al año.
En el territorio, donde el cultivo es fundamental para la economía rural, una disminución de rendimientos o la pérdida de variedades implicaría un duro golpe para las familias campesinas. Actualmente, más de 150 mil productores siembran maíz en el estado, muchos de ellos en pequeñas parcelas que dependen de la lluvia y carecen de sistemas de riego o acceso a tecnología avanzada.
Hoy, frente a un escenario global de calentamiento que amenaza la biodiversidad agrícola, la lucha por preservar el maíz es también una lucha por mantener viva la cultura, la historia y la autonomía alimentaria del país.