Grupos delictivos mexicanos regulan el comercio informal entre Chiapas y Guatemala con
amenazas y cobros forzados
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
En la frontera sur, el comercio ilegal de alimentos dejó de ser un asunto menor. En su lugar, se ha
convertido en el nuevo blanco del crimen organizado mexicano. Las células delictivas del país han
extendido su red hacia Guatemala, donde no solo disputan rutas del narcotráfico, sino también
controlan el paso de sardinas, frutas, pollos y carne de cerdo. Ahora, ingresar con víveres desde
México implica un “pase” pagado, un documento improvisado que sustituye las aduanas oficiales y
responde a intereses criminales.
Este mecanismo no es una excepción; es un nuevo sistema paralelo de “aduanas” impuesto a la
fuerza. La Policía Nacional Civil de Guatemala identificó cómo estos grupos delictivos, en alianza
con grupos locales, tomaron el control de puntos ciegos en El Carmen, Tecún Umán y La Mesilla, al
cobrar cuotas que oscilan entre mil y cinco mil pesos. La extorsión ya no se limita a
estupefacientes o armas, también incluye tomates, plátanos y arroz.
Los alimentos son productos perecederos, por lo que los comerciantes no pueden darse el lujo de
esperar o perder mercancía. Pagan porque no tienen margen de negociación. Esto ha sido
detectado también en Michoacán, donde agricultores han denunciado extorsiones similares que
derivan en cierres de empacadoras y aumentos en los precios al consumidor. Para el crimen
organizado, el negocio es redondo, controlan el paso, establecen tarifas y castigan a quien no
cumpla.
La estrategia es preocupante porque normaliza la presencia criminal en actividades cotidianas y
crea una especie de sistema paralelo que pone en jaque la soberanía de los estados. Si los
contrabandistas se vuelven objetivo prioritario, no pasará mucho tiempo antes de que los cobros
se extiendan a agricultores locales o incluso a comerciantes formales. Hay una línea delgada entre
extorsionar a un traficante de verduras y a una tienda de abarrotes.
La Cámara Guatemalteca de Alimentos y Bebidas advirtió que, si bien el contrabando bajó por el
temor a los grupos delictivos, esto no es un logro, sino una señal de alarma. El crimen organizado
ya no se conforma con rutas de alto valor, ha encontrado rentabilidad en la miseria. Lo que antes
era informalidad ahora se convierte en un campo más para la violencia.