Proteger al sector es proteger la biodiversidad, alimentos, saberes ancestrales y el futuro de las comunidades rurales
ARGENIS ESQUIPULAS/PORTAVOZ
Chiapas continúa destacando en el sector apícola a nivel nacional, posicionándose como el tercer estado con mayor producción de miel en México durante el mes de marzo de 2025, según datos del Observatorio Ciudadano. Con un total de dos millones 137 mil 22 colmenas activas, la entidad demuestra un crecimiento sostenido en esta actividad económica clave para muchas comunidades rurales.
De acuerdo con el mismo reporte, Chiapas aportó el 8.4 por ciento de la producción nacional acumulada de miel hasta marzo de este año, lo que representa un incremento significativo del 39.1 por ciento en comparación con el mismo periodo del 2024.
La tendencia al alza no es reciente. El crecimiento acumulado entre marzo de 2020 y marzo de 2025 alcanzó un impresionante 75.1 por ciento, reflejando el esfuerzo conjunto de apicultores, autoridades locales y organizaciones civiles por fortalecer la cadena productiva de la miel en el estado.
Estos datos consolidan a Chiapas como una de las entidades líderes en producción apícola en México, destacando no solo por el volumen, sino también por la calidad de su miel, reconocida a nivel nacional e internacional. El sector se perfila como una pieza clave para el desarrollo rural sustentable, la conservación del medio ambiente y la economía local.
La apicultura en Chiapas no es solo una actividad económica: es cultura, identidad y vínculo con la tierra. Con una producción anual que supera las cinco mil 500 toneladas de miel, los más de cuatro mil 800 apicultores del estado operan aproximadamente 160 mil colmenas distribuidas en regiones tan diversas como Amatenango de la Frontera, Mazapa de Madero, Motozintla, Tumbalá, Simojovel, Altamirano, Chalchihuitán, Pantelhó, Ocosingo, Tapachula y Venustiano Carranza.
Estos municipios, que representan una rica variedad de climas y ecosistemas, se han convertido en epicentros de producción apícola. En cada uno de ellos, la miel es mucho más que un producto, es símbolo de autosuficiencia, cuidado del medio ambiente y conocimiento transmitido de generación en generación.
La miel chiapaneca, además, es reconocida por su calidad, pureza y diversidad floral. Su sabor y color varían según la altitud, el tipo de vegetación y las condiciones climáticas de cada región. Desde la miel clara y suave de las zonas costeras hasta las mieles oscuras y densas de las tierras altas, la producción del estado refleja la biodiversidad única de su territorio.
Más allá de su aporte a la economía local, la apicultura en Chiapas desempeña un papel estratégico en la conservación de la biodiversidad. Las abejas, responsables de la polinización de cerca del 75 por ciento de los cultivos alimentarios del mundo, son esenciales para la agricultura. Su presencia garantiza la reproducción de plantas silvestres, el mantenimiento de los ecosistemas y la seguridad alimentaria de millones de personas.
En Chiapas, la apicultura ha demostrado ser una alternativa viable y sostenible para comunidades rurales, muchas de las cuales enfrentan pobreza, marginación y falta de oportunidades laborales. La producción de miel permite ingresos estables, fomenta la organización comunitaria y promueve prácticas agrícolas más amigables con el medio ambiente.
Organizaciones civiles, cooperativas y programas gubernamentales han impulsado durante los últimos años el fortalecimiento del sector, mediante capacitaciones, subsidios para equipamiento y apoyo en la comercialización. Sin embargo, a pesar de los avances, la apicultura chiapaneca se encuentra en un punto crítico.
El mayor desafío que enfrenta hoy la apicultura en Chiapas no es económico ni técnico, sino ambiental. El cambio climático ha alterado drásticamente los ciclos naturales que rigen la producción de miel. Las lluvias fuera de temporada, las olas de calor, las sequías prolongadas y los incendios forestales han provocado un impacto directo en la floración de las plantas, reduciendo la disponibilidad de néctar para las abejas.
“Antes, las floraciones eran predecibles. Sabíamos cuándo venía la cosecha. Ahora ya no se puede confiar en el clima”, explica Andrés López, apicultor de Ocosingo con más de 30 años de experiencia. En su comunidad, la producción ha caído cerca de un 40 por ciento en los últimos cinco años. “Las abejas no tienen de qué alimentarse. Tenemos que suplementarlas con azúcar o jarabes, pero eso no es lo mismo que el néctar natural”, agrega.
Este fenómeno se repite en distintos puntos del estado. La sequía de 2024 dejó huellas profundas, colmenas debilitadas, menos crías, y en algunos casos, colapsos totales de colonias. Las abejas, sensibles al entorno, también se ven afectadas por las temperaturas extremas, que alteran su comportamiento, su reproducción y su capacidad de defensa ante enfermedades.
Uno de los riesgos más graves que enfrenta la apicultura a nivel mundial es el “Síndrome del Colapso de las Colonias” (CCD, por sus siglas en inglés), un fenómeno en el que las abejas obreras abandonan repentinamente la colmena, dejando atrás a la reina, la cría y la miel almacenada. Aunque sus causas exactas aún se investigan, se sabe que una combinación de factores —como virus, ácaros, pesticidas y estrés ambiental— está detrás de esta alarmante desaparición.
En Chiapas, el CCD ha comenzado a manifestarse en zonas con alta presión agrícola, especialmente aquellas donde se utilizan agroquímicos en cultivos de exportación. “Hemos visto casos donde el 80 por ciento de las colmenas desaparecen de un día para otro. Es devastador”, advierte María Eugenia Salazar, bióloga y especialista en sanidad apícola.
La deforestación también juega un papel clave. La pérdida de selvas y bosques reduce la cantidad de flores disponibles y fragmenta los hábitats naturales de polinizadores. La expansión de la frontera agrícola, la tala ilegal y los monocultivos afectan directamente la salud de las abejas, que dependen de una dieta variada para mantenerse fuertes.
A pesar del sombrío panorama, hay luces de esperanza. Diversas iniciativas locales e internacionales están promoviendo prácticas de apicultura resiliente y sustentable. Entre ellas se encuentran la reforestación con plantas melíferas, la instalación de sistemas de captación de agua para sequías, el uso de métodos orgánicos de control de plagas y la diversificación de las fuentes de ingreso para los apicultores.
La Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) y otros centros de investigación han incrementado sus esfuerzos en la formación de técnicos apícolas, monitoreo de enfermedades y desarrollo de colmenas adaptadas a condiciones climáticas extremas. Asimismo, las cooperativas están comenzando a certificarse en producción orgánica, lo cual abre oportunidades en mercados internacionales que valoran la miel libre de pesticidas.
El comercio justo es otra vía prometedora. Existen casos exitosos de exportación a Europa y Asia de miel chiapaneca con certificaciones de origen y trazabilidad. Estas iniciativas no solo garantizan mejores precios para los apicultores, sino que también promueven prácticas más sostenibles y responsables.
La apicultura chiapaneca está en una encrucijada: o se adapta al nuevo escenario climático y económico global, o corre el riesgo de perder una parte vital de su identidad productiva y cultural. La clave estará en una acción conjunta, Gobierno, academia, sociedad civil y apicultores deben trabajar de manera coordinada para enfrentar los desafíos y construir una apicultura moderna, resiliente y sostenible.
Los apicultores de Chiapas no solo producen miel, también cuidan de las abejas, esos pequeños seres sin los cuales gran parte de la vida en el planeta sería inviable. Proteger la apicultura es proteger la biodiversidad, los alimentos, los saberes ancestrales y el futuro de las comunidades rurales.
A pesar de los desafíos que enfrenta el sector, como los efectos del cambio climático y la pérdida de biodiversidad, la apicultura en Chiapas mantiene un horizonte esperanzador. Con el compromiso de los productores y el respaldo institucional, el estado no solo puede seguir siendo líder en exportación, sino también convertirse en un ejemplo de consumo responsable y desarrollo sustentable.
En el dulce aroma de la miel chiapaneca resuenan siglos de historia, trabajo y sabiduría. Su preservación no puede quedar a la deriva del clima ni del mercado. Es, más bien, una causa común en la que todos —consumidores, ciudadanos, investigadores y gobernantes— tenemos un papel por jugar.