Manuel Velázquez
La relación entre la crítica y el poder es compleja y problemática. Mientras que las personas comprometidas con la verdad y la justicia buscan cuestionar y reflexionar sobre las acciones de aquellos en el poder, estos últimos a menudo se sienten incómodos y reacios a ser criticados. Esta incomodidad se convierte en una cuestión ética fundamental: ¿tienen escrúpulos las personas en el poder?
La palabra “escrúpulos” es fascinante y reveladora. Su definición primaria se refiere a una duda o vacilación que golpea la conciencia sobre lo que está bien o mal. Sin embargo, su origen etimológico es aún más interesante. La palabra “escrúpulo” proviene del latín “scrupulus”, que significa “pequeña piedra puntiaguda”. En la antigua Roma, los legionarios que marchaban con sandalias militares llamadas “caligae” solían encontrar pequeñas piedras que se quedaban atrapadas entre la suela y el pie, causando una constante molestia.
Esta metáfora es significativa. Mientras que los soldados rasos debían soportar el dolor y la incomodidad de los pedruscos, los senadores, tribunos y otros hombres de poder viajaban cómodamente a caballo o en carro, sin sentir la molestia de piedras en sus zapatos. Esta imagen ilustra la idea de que las personas en el poder a menudo “no tienen escrúpulos”, es decir, no sienten la molestia moral que ralentiza a la gente común.
La falta de escrúpulos en las personas en el poder puede tener consecuencias graves. Puede llevar a la impunidad, la corrupción y la injusticia. Por otro lado, la presencia de escrúpulos en aquellos que ejercen el poder es un freno importante a la arbitrariedad y el abuso. La pregunta es, ¿cómo podemos fomentar la presencia de escrúpulos en las personas en el poder y promover una cultura de la responsabilidad y la rendición de cuentas?
En última instancia, la cuestión de los escrúpulos es una cuestión de conciencia y de valores. Requiere una reflexión profunda sobre lo que está bien y lo que está mal, y una disposición a cuestionar y reflexionar sobre nuestras acciones y decisiones. Solo así podemos promover una sociedad más justa y equitativa.
La metáfora de la pequeña piedra en el zapato es un poderoso símbolo de la conciencia y la sensibilidad moral. Con el tiempo, esta imagen se ha convertido en un recordatorio constante de que algo no está bien y nos impulsa a actuar. “Tener escrúpulos” es un signo de integridad y compromiso con la justicia y la compasión.
Aquellos que no tienen escrúpulos han perdido la capacidad de sentir la molestia moral que nos impulsa a cuestionar y reflexionar sobre nuestras acciones. Han perdido la sensibilidad necesaria para reconocer la injusticia y la desigualdad.
Las personas de cultura y conciencia somos como esa pequeña piedra en el zapato, que nos recuerda constantemente la necesidad de hacer una diferencia y crear un mundo más justo y compasivo.
Nuestra misión es clara: trabajar juntos para construir un futuro mejor, donde la fraternidad y la unidad sean los principios fundamentales que guían nuestras acciones. No podemos olvidar las lecciones del pasado, porque es la llave para crear un mundo más justo y equitativo.
La piedra en el zapato de la conciencia es un recordatorio constante de nuestra responsabilidad como seres humanos. Debemos seguir adelante con determinación y pasión, trabajando juntos para crear un mundo mejor. La fraternidad y la unidad deben ser nuestros objetivos fundamentales, y debemos luchar por ellos con convicción y compromiso. Solo así podremos crear un futuro mejor para todos.