La deserción escolar golpea con más fuerza a comunidades indígenas, donde terminar la primaria ya es un reto
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
En Chiapas, estudiar no solo es un derecho difícil de ejercer, sino también una carrera de obstáculos que muy pocos logran terminar. Apenas 10 de cada 100 jóvenes logran obtener su título universitario, una cifra que no solo alarma, sino que retrata con crudeza la desigualdad estructural que impide a miles culminar su formación. Mientras que en la Ciudad de México casi la mitad de los jóvenes logra titularse, en el sur del país el camino escolar suele truncarse mucho antes.
El abandono escolar en la entidad supera los 71 mil casos tan solo en el ciclo escolar 2024-2025, según el informe presentado por Educación con Rumbo. Este número posiciona al estado como uno de los más afectados del país, por debajo del Estado de México. La deserción no es homogénea, en comunidades indígenas la primaria sigue siendo el límite para más del 35 por ciento de los estudiantes, y solo una minoría accede a la secundaria. El sistema educativo sigue excluyendo a los más vulnerables.
Factores como la migración forzada, la pobreza extrema, la falta de infraestructura escolar y la nula conectividad se repiten en las historias de quienes abandonan. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la región mantiene los niveles más altos de pobreza multidimensional en el país con un 67.4 por ciento en 2022, lo que influye en la permanencia escolar. A ello se suma que el estado presenta una de las tasas más bajas de cobertura en educación media superior, con solo 62.1 por ciento, de acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP).
En contraste con la narrativa de abandono, hay referentes que demuestran que el retroceso no es inevitable. Yucatán, por ejemplo, incrementó su matrícula escolar este ciclo con más de dos mil estudiantes. Este avance responde a estrategias de acompañamiento escolar, becas focalizadas y conectividad en zonas rurales.
A nivel nacional, los datos refuerzan la gravedad del problema, casi un millón de estudiantes desertaron en el ciclo 2024-2025, lo que representa un incremento del 19.9 por ciento respecto al periodo anterior. Además, solo el 28 por ciento de los jóvenes mexicanos entre 25 y 34 años tiene estudios universitarios, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En la comarca, ese porcentaje es apenas del 12 por ciento, y el rezago se agudiza cada año. Urge mirar la deserción escolar no como una estadística, sino como una herida abierta que compromete el futuro de generaciones completas.