José Luis Castillejos
Chiapas se ha propuesto no volver atrás; no retroceder ni un milímetro frente al crimen. Y lo hace ahora con helicópteros Black Hawk, lanchas Monster y una promesa reiterada: mantener la paz como condición del desarrollo.
Desde Puerto Chiapas, el gobernador Eduardo Ramírez presentó un arsenal de tecnología que busca no solo disuadir al crimen organizado; también reforzar la capacidad de respuesta ante emergencias y catástrofes. El mensaje fue claro: a la delincuencia se le enfrenta sin titubeos, con fuerza legítima del Estado y sin componendas.
No se trata únicamente de adquirir vehículos sofisticados. La apuesta es política; busca recuperar la confianza social en las instituciones y blindar las rutas del comercio, los municipios costeros y las zonas fronterizas donde los vacíos del Estado han sido históricamente aprovechados por los grupos criminales.
La seguridad, como la salud o la educación, exige inversión y constancia. El helicóptero Black Hawk, único en su tipo en el sureste del país, servirá tanto para tareas tácticas como para evacuaciones médicas; tiene capacidad para 14 elementos, velocidad de 250 kilómetros por hora y puede volar de noche. Es una herramienta, no una solución mágica.
Las lanchas Monster, con autonomía prolongada, artilladas y conectadas por Internet satelital, se suman a una estrategia que se despliega en el aire, en la costa y sobre el asfalto. Pero los vehículos, por sí solos, no cambian la realidad si no hay inteligencia, mando claro y control territorial.
La promesa de no dejar impune un solo crimen debe ser más que una consigna. Requiere estructuras judiciales eficaces; agentes ministeriales capacitados; policías dignificados y una ciudadanía que confíe en su sistema de justicia.
El aumento salarial anunciado para la policía, junto con becas y apoyos en vivienda, apunta en la dirección correcta. Profesionalizar a las fuerzas del orden es imprescindible si se busca cortar de raíz la corrupción y la colusión institucional con el crimen.
Pero hay que distinguir entre delitos y conflictos sociales. No todo el malestar deriva del crimen organizado; parte tiene raíces en la pobreza, el abandono histórico, la migración desbordada y el rezago comunitario. Confundirlos puede llevar a decisiones desproporcionadas o injustas.
Es seguridad palpable; no simbólica. Porque la paz, como la democracia, se defiende a diario. Y se construye con hechos.