Más de mil 500 elementos de FRIP, la SSP, Sedena y GN, mantienen un cerco de seguridad en la línea fronteriza entre México y Guatemala
ARGENIS ESQUIPULAS/PORTAVOZ
Entre patrullas, retenes y puntos de vigilancia que operan las 24 horas del día, más de mil 500 elementos de la Fuerza de Reacción Inmediata Pakal (FRIP) y de la Secretaría de Seguridad del Pueblo (SSP), encabezada por el doctor y piloto aviador Óscar Alberto Aparicio Avendaño, en coordinación con efectivos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la Guardia Nacional, mantienen un cerco de seguridad en la línea fronteriza entre México y Guatemala.
La operación, calificada como inédita por su alcance y despliegue, busca devolver la paz y el control institucional a una región que durante años ha sido escenario de enfrentamientos armados, desplazamientos forzados y dominio territorial de grupos delictivos.
El dispositivo incluye recorridos terrestres, patrullajes mixtos y puestos de control estratégicamente ubicados para inhibir el tránsito de armas, drogas y personas, además de reforzar la presencia del Estado en comunidades afectadas por la violencia.
De acuerdo con Óscar Alberto Aparicio Avendaño, titular de la Secretaría de Seguridad del Pueblo (SSP), el objetivo es garantizar condiciones de seguridad para la población local y frenar la expansión de organizaciones criminales que operan a ambos lados de la frontera.
El corazón de este operativo se encuentra en el municipio de Frontera Comalapa, un punto neurálgico de tránsito y comercio, pero también, hasta hace poco, de riesgo constante para sus habitantes.
El despliegue de las fuerzas de seguridad ha transformado el paisaje: donde antes había retenes ilegales y cobro de “derecho de piso”, hoy hay puntos de control oficiales, cámaras de monitoreo conectadas al C2 y personal que trabaja en turnos de 24 horas.
“La gente se nos acerca, nos agradece que estemos aquí. Antes estaba azotada por la delincuencia, ahora puede caminar y trabajar con más tranquilidad”, comentó uno de los comandantes de la Secretaría de Seguridad del Pueblo, mientras observaba el flujo constante de vehículos en la carretera que conecta Comalapa con La Mesilla, en la frontera guatemalteca.
LA OPERACIÓN: TRES PUNTOS FIJOS Y VIGILANCIA PERMANENTE
La estrategia incluye tres puntos de seguridad permanentes: Santa Rita, Paso Hondo y Pacayal. Cada uno cuenta con el punto de vigilancia KANAN-02 C2 con infraestructura básica para el personal operativo —dormitorios, cocina, sanitarios y salas de junta— y con equipo de monitoreo remoto. Estos centros no son improvisados: están diseñados para operar de forma autosuficiente y garantizar una presencia continua.
Los patrullajes no se limitan a las vías principales. Las fuerzas de seguridad recorren caminos secundarios y comunidades apartadas, con el objetivo de evitar el regreso de retenes ilegales y cobros extorsivos que durante años fueron una práctica común en la zona.
“Si se dan cuenta, las plumas y casetas que tenían los delincuentes ya se quitaron. El transporte de carga y de pasajeros ya no paga piso. Ahora la gente se mueve libremente hacia cualquier municipio”, afirmó un mando de la FRIP desde un retén carretero.
IMPACTO EN LA VIDA COTIDIANA
Los cambios ya se sienten. Transportistas que habían abandonado la ruta Comitán–Frontera Comalapa por temor a la violencia han retomado actividades.
Un conductor que estuvo siete meses sin empleo relató:
“Gracias a Dios ya podemos trabajar otra vez. Antes no nos arriesgábamos, ahora hay seguridad y las carreteras están vigiladas”.
Durante un recorrido por vía terrestre, el equipo de Portavoz constató que el comercio local comienza a recuperar su ritmo. En ejidos como Sabinalito, la reactivación económica es evidente: las tiendas vuelven a abrir sus puertas, los mercados retoman su actividad y las labores agrícolas, aunque afectadas por la escasez de lluvias, continúan desarrollándose. Estos signos de movimiento reflejan un esfuerzo comunitario por mantener viva la economía y fortalecer la vida cotidiana en la región.
En los centros de carga y descarga, la actividad es constante. Lo que antes requería “permiso” o pago a grupos criminales, ahora se realiza sin intermediarios ilegales. Las entrevistas con habitantes revelan un sentimiento de alivio: “Hoy vivimos con más libertad”, dijo un campesino de la Sierra Madre de Chiapas.
DE ZONA DE GUERRA A ZONA VIGILADA
No siempre fue así. Apenas un año atrás, en 2024, Frontera Comalapa y municipios vecinos como Chicomuselo y La Trinitaria vivieron uno de los periodos más violentos en la historia reciente de Chiapas. Bajo el Gobierno estatal de Rutilio Escandón Cadenas y con Gabriela Zepeda Soto al frente de la Secretaría de Seguridad Pública, organizaciones criminales lograron establecer control territorial en varias zonas fronterizas.
La frontera sur, codiciada por su posición estratégica para el tráfico de drogas, armas y personas, se convirtió en escenario de guerra: narco-reténes, desplazamientos masivos y desapariciones forzadas marcaron la vida cotidiana. En algunas comunidades, los grupos armados impusieron toques de queda y controlaron el acceso a servicios básicos.
Organizaciones civiles documentaron la huida de cientos de familias indígenas y campesinas hacia Guatemala, muchas dejando atrás sus pertenencias, tierras y animales. El miedo a secuestros, extorsiones y asesinatos desintegró comunidades enteras.
El silencio oficial de aquellos años contrastaba con las denuncias de los desplazados. Testimonios recogidos en 2024 hablaban de pueblos fantasma, carreteras bloqueadas por grupos armados y un clima de impunidad. La ausencia de una estrategia integral permitió que la violencia escalara, obligando a las autoridades actuales a tomar medidas más drásticas.
“Estamos mejor, pero no olvidamos lo que pasó. Si se van, puede volver lo mismo”.
ECONOMÍA EN RECUPERACIÓN
La eliminación de los cobros ilegales ha devuelto dinamismo al transporte y al comercio. Sin embargo, la economía regional aún enfrenta retos: la producción agrícola depende de las lluvias, y el cierre prolongado de actividades dejó deudas y pérdidas difíciles de recuperar.
Los mercados comienzan a llenarse, pero muchos.
DESAFÍOS A FUTURO
El operativo en Frontera Comalapa es, por ahora, una victoria parcial contra la violencia. La coordinación entre fuerzas estatales, federales y la FRIP ha permitido recuperar el control de las rutas estratégicas, pero mantenerlo requerirá más que presencia armada.
Mientras tanto, los habitantes aprovechan la tranquilidad relativa para reconstruir su vida. El tránsito es fluido, los retenes ilegales son cosa del pasado y las calles se llenan de gente que, por primera vez en años, camina sin miedo.
“Nos sentimos más seguros, pero sabemos que esto no se puede descuidar”, concluyó una comerciante de la cabecera municipal.
Frontera Comalapa, símbolo del abandono y la violencia en la frontera sur de México, vive hoy una etapa de resistencia. El blindaje de seguridad ha devuelto la movilidad y la esperanza, pero la historia reciente recuerda que la paz, en estas tierras, siempre es frágil.