Las trayectorias se ven marcadas por el miedo y la inseguridad
YUSETT YÁÑEZ/PORTAVOZ
En la capital chiapaneca, un alarmante 60 por ciento de las mujeres utiliza diariamente el transporte público, ya sea en taxis o colectivos. Sin embargo, lo que para muchas es una rutina se convierte en un escenario de riesgos que pone en jaque su seguridad e integridad. Según datos de autoridades en Igualdad de Género, un impactante 70 por ciento de las mujeres que usan este medio se sienten amenazadas, temiendo ser víctimas de agresiones durante su trayecto.
Gabriela Aquino, representante de una Asociación Defensora de Derechos Humanos, destacó la grave situación que enfrentan las mujeres. “Los datos nos muestran que las condiciones de vulnerabilidad en las que se encuentran son muy grandes. La violencia en la que viven es parte de su cotidianidad”, afirmó. Esta realidad se refleja en las experiencias de muchas usuarias que, día tras día, viven con el constante temor de ser agredidas.
Ana Camila, una de las usuarias del transporte público, compartió su experiencia: “Uno no se siente seguro estando solo en el transporte, y más en las noches. A veces los choferes no quieren subir más pasajes cuando ven que viajo sola, lo que me genera aún más inquietud”. Sus palabras son un eco de la angustia que muchas sienten al abordar una unidad, especialmente en horarios nocturnos.
Carmen Moguel, otra usuaria, añadió: “Ya no viene uno seguro en el transporte. A veces tengo que salir a comprar y si llego tarde, me arriesgo más. Prefiero salir antes para evitar problemas”. La preocupación por la seguridad se convierte en un factor determinante en la vida diaria de estas mujeres, quienes se ven obligadas a ajustar sus horarios para minimizar el riesgo.
La situación se torna aún más complicada cuando se habla de las horas más críticas. María Gómez, otra usuaria, admitió que viajar por la noche puede ser peligroso. “La última vez que viajé en el transporte público fue a las nueve y media de la noche, y realmente sentí miedo. Uno no sabe qué puede pasar”, comentó. Este tipo de testimonios refleja un patrón de temor y desconfianza que se ha vuelto habitual entre las mujeres que utilizan el transporte público en Tuxtla.
Ante este panorama alarmante, el sector transportista ha comenzado a implementar medidas de seguridad para proteger a las usuarias. Algunas unidades cuentan ahora con botones de pánico y cámaras de seguridad en su interior, diseñadas para brindar apoyo ante cualquier agresión. Sin embargo, estas medidas son vistas como insuficientes por muchas mujeres que consideran que la verdadera solución radica en cambiar la cultura de violencia y acoso que persiste en la sociedad.
A pesar de los esfuerzos, el cambio cultural y estructural es un proceso lento y complicado. La percepción de inseguridad sigue siendo predominante, y las mujeres continúan enfrentando un entorno hostil en su día a día. Las organizaciones sociales y de derechos humanos insisten en la necesidad de políticas públicas que no solo aborden la violencia de género, sino que también promuevan un transporte público más seguro y accesible para todos.
La vulnerabilidad de las mujeres en el transporte público de Tuxtla es un reflejo de problemáticas más amplias que afectan a la sociedad. Es imperativo que tanto las autoridades como la comunidad en general trabajen juntos para erradicar la violencia y garantizar que todas las mujeres puedan desplazarse sin temor, convirtiendo el transporte público en un espacio seguro y digno para todos.