Algo más que palabras
Víctor Corcoba Herrero
“Lo trascendente está en compartir, en cooperar y en colaborar en el hacer, para que nadie se
sienta una carga inútil y, lo que es peor, llegue a desear y pedir la muerte”.
Puede que envejecer sea un asunto ineludible e irreversible, pero no necesariamente negativo.
Todo tiene sus anversos y reversos. Lo significativo está en que nosotros no acortemos el
entusiasmo existencial, crucificándonos a diario y olvidemos vivir, hacer familia y renovarnos.
Para empezar, somos seres vivos, y como tales, necesitamos alentarnos y alimentarnos de
anhelos, para poder rejuvenecernos cada día. Ciertamente, con cada amanecer despertamos,
sabiendo que lo mejor está aún por llegar.
Lo importante radica en no desfallecer, en reinventarse como sociedad para todas las edades,
con la esperanza de que unidos, mejoraremos la visión del ciclo vital y las correspondencias
entre generaciones. Desde luego, con una duración más larga deben acrecentarse las
posibilidades, ya no sólo para las personas mayores y sus hogares, sino también para la
humanidad en su conjunto. Somos ciudadanos del mundo, con un fondo de humanidad que
está internamente en todos, lo que hace que nada pueda resultarnos extraño.
Es evidente que hay que superar los estereotipos sociales, no marginar a nadie y aprender a
convivir complementándose unos con otros, como agentes de proyectos compartidos. De ahí,
la influencia formativa centrada en el ser, que es lo que verdaderamente nos hace apreciar la
savia en todas sus fases, tanto abriéndonos a las posibilidades como poniendo límites. Al fin y
al cabo, lo trascendente está en compartir, en cooperar y en colaborar en el hacer, para que
nadie se sienta una carga inútil y, lo que es peor, llegue a desear y pedir la muerte.
Resulta público y notorio, observar que nada nos envejece con más rapidez que el pensar
incesantemente en que nos llega el ocaso; y, con ello, la pérdida del esplendor. Pues no debe
ser así. A veces, olvidamos para desgracia nuestra, que los andares se cuentan por sonrisas, no
por apenados pasos ni por lágrimas. Cualquier etapa de nuestra historia debe considerarse de
manera positiva, si cabe aún más en la ancianidad, en la que la persona es particularmente
vulnerable, víctima de la fragilidad humana.
Comprender el envejecimiento nos ayudará a entendernos y a embellecernos mar adentro.
Quizás nuestra gran tarea pendiente sea rejuvenecer el espíritu, en un tiempo en el que la
mirada se torna libre y la vista serena. Activar los encuentros e impulsar los vínculos como una
escuela de amor es saludable. Hoy más que nunca, tenemos que aprender de las generaciones
mayores, salir del aislamiento, sumar las fuerzas para favorecer, sostener y sustentar el
entusiasmo por vivir, desviviéndonos unos por otros con la ayuda, la prevención del miedo y
del rechazo.
Nos precisamos mutuamente. Los años adicionales nos brindan la oportunidad del tiempo, del
que tantas veces andamos escasos, para llevar a buen término nuevas actividades, ya no solo
formativas, sino también de recreo y de realización. Los cultivos abandonados hay que
protegerlos y asistirlos de corazón. En cualquier caso, y bajo este peregrinar por aquí abajo,
jamás hay que dejarse atrapar por la tristeza. Recibir la gracia de una vida larga, debe hacernos
repensar todavía más, para profundizar en la relación entre latidos diversos.
Precisamente, es bajo este contexto, como se crece uno más y se recrea, al sentirse y verse
más alma que cuerpo. Esto es vital, ya que nadie puede vivir solo y sin acompañamiento. Bajo
esta corona de sabiduría y de voluntades, que injerta la edad, todo se hace más humanitario y
más ternura nos inspiran los individuos en particular. La huella de nuestro paso, va a quedar
para siempre sobre el camino, a la espera de encauzar la estética sembrada con la ética
vertida.
Sin duda, con buena salud y en un entorno propicio, los humanos debemos afrontar la
problemática de la longevidad y liberar su potencial. Ellos, nuestros mayores, son un manantial
excepcional de experiencias, que hemos de requerirles, para que se sientan activos, puedan
participar plenamente y aporten contribuciones esenciales. Comencemos, pues, por cumplir
las promesas de la Declaración Universal de los Derechos Humanos para las personas mayores:
entre todas las generaciones. ¡Hagámoslo ahora mismo; qué nunca es tarde para unir y
reunirse!