Debido a la falta de empleo y demoras en citas CBP One, migrantes iniciaron otro éxodo
para llegar a CDMX
ARGENIS ESQUIPULAS/PORTAVOZ
Este domingo, un millar de migrantes provenientes de diferentes países de Centroamérica
y otras regiones han decidido abandonar Tapachula, Chiapas, en la frontera sur de México.
Frustrados por la falta de empleo, la situación de inseguridad y, principalmente, la dilación
en las citas de la aplicación CBP One, han comenzado su travesía hacia la Ciudad de
México en una caravana bautizada como “Dios nos Guía”. Esta iniciativa representa un
nuevo llamado de auxilio dirigido al Gobierno mexicano y a la comunidad internacional.
CBP One, una aplicación creada por el Gobierno de los Estados Unidos, permite a los
migrantes solicitar una cita para cruzar legalmente la frontera hacia el país
norteamericano. No obstante, la saturación del sistema y las demoras han generado una
crisis en Tapachula, donde miles de migrantes quedan atrapados por semanas o incluso
meses, sin opciones claras sobre su futuro.
La nueva caravana está integrada por migrantes de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú,
Centroamérica, Haití, Argentina, Panamá, Costa Rica, así como de regiones tan alejadas
como Afganistán y Nepal. Estos migrantes comparten una misma esperanza: que su voz
sea escuchada y que se tomen acciones inmediatas para mejorar las condiciones en las
que viven, mientras aguardan por la posibilidad de obtener un estatus legal en México o
cruzar a Estados Unidos.
Para muchos, esta marcha no solo es un acto de protesta, sino también una medida de
supervivencia. “No queremos morir de hambre en las calles”, explica José, un migrante
venezolano que ha viajado con su familia. “Aquí hay niños que solo se llevan una tostada
al día. No podemos seguir esperando”. Estas palabras reflejan el sentir de miles que se
enfrentan a la precariedad en Tapachula, una ciudad que ha visto su infraestructura
colapsar ante la oleada migratoria.
Yessica, una joven venezolana de 34 años, se unió a esta caravana con su esposo, tres
hijos, su hermano y su madre. Hace más de un año que abandonó Venezuela, en busca de
un futuro mejor en Estados Unidos. El viaje ha sido un calvario de obstáculos, peligros y
sacrificios. “Salimos con lo poco que teníamos”, cuenta. Durante el trayecto, cruzaron
Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y ahora México. Sin
embargo, el tramo más duro ha sido el paso por territorio mexicano.
Mientras avanzaban por Guatemala, Yessica dio a luz a su cuarto hijo, en medio de una
tormenta. “Fue muy duro, pero lo más difícil ha sido llegar a México”, añade. Su familia
fue secuestrada al cruzar el río Suchiate, y para poder ser liberados, debieron pagar un
total de 800 dólares al cartel que los mantenía cautivos. Ahora, como tantos otros,
aguardan una cita de CBP One para poder continuar su viaje hacia el norte.
Historias como la de Yessica son cada vez más comunes en las calles y albergues de
Tapachula, una ciudad que se ha transformado en un enorme limbo migratorio. Las
esperanzas puestas en CBP One han hecho que miles de migrantes lleguen a la frontera
sur de México, con la ilusión de que su espera será breve. Pero la realidad es distinta. Las
demoras en las citas y la falta de recursos están desbordando a las autoridades locales y a
las organizaciones de apoyo a los migrantes.
De acuerdo con datos oficiales, más de 828 mil migrantes han cruzado irregularmente la
frontera sur de México en lo que va de 2024, una cifra que ya supera los números
registrados en 2023. La mayoría de estos migrantes provienen de Venezuela, Ecuador,
Honduras y Guatemala, países golpeados por la violencia, la pobreza y los efectos del
cambio climático. De esta cifra, alrededor de 97 mil son niños, muchos de ellos viajando
solos o con familiares en condiciones extremadamente precarias.
Mientras las caravanas masivas han disminuido en tamaño, la migración hacia el norte no
se ha detenido. Ahora, grupos más pequeños de personas atraviesan a diario la frontera,
movidos por la esperanza de alcanzar una vida mejor en Estados Unidos o encontrar
seguridad en México.
Sin embargo, esta constante oleada migratoria ha exacerbado los problemas de seguridad
en la región. La frontera entre México y Guatemala es porosa, y tanto las autoridades
como los grupos criminales lo saben bien. El tráfico de personas ha crecido
exponencialmente, y cada día más migrantes se ven forzados a pagar cuantiosas sumas a
los carteles para evitar ser secuestrados o asesinados en su camino hacia el norte.
Tapachula, una ciudad fronteriza que solía ser tranquila, ha sido testigo del
recrudecimiento de la violencia en los últimos meses. La lucha territorial entre grupos
criminales ha sumido a la región en una espiral de asesinatos, extorsiones y secuestros. El
pasado 1 de octubre, seis migrantes fueron asesinados por el Ejército en un retén ubicado
entre Huixtla y Villa Comaltitlán. Estos migrantes, procedentes de Egipto, El Salvador y
Perú, habían sido identificados con un sello en el brazo, una práctica común en el tráfico
de personas.
El tráfico de migrantes ha superado al narcotráfico y al tráfico de armas en rentabilidad
para los carteles. La semana pasada, se encontraron los cuerpos de dos migrantes
salvadoreños en un cañaveral, ambos con disparos en la cabeza. Mientras tanto,
organizaciones religiosas y civiles se han manifestado en contra de la violencia, con más
de tres mil evangélicos congregados en el centro de Tapachula para rezar por la paz y
pedir el cese de la violencia.
La diócesis de Tapachula ha denunciado que el Ejército Mexicano tiene vínculos con el
crimen organizado, y ha exigido que se investiguen los casos de secuestro y extorsión. “Los
migrantes son los más pobres de los pobres, y como Iglesia no podemos permitir que
sigan muriendo a manos de las autoridades o de los criminales”, declaró el sacerdote
César Cañaveral, administrador del albergue para migrantes Belén.
En respuesta a la violencia, las autoridades mexicanas han intensificado los operativos de
seguridad en las salidas de Tapachula y en las carreteras que conectan con los municipios
fronterizos. El Ejército, la Guardia Nacional, la Fiscalía del Estado y la policía municipal han
establecido retenes para revisar vehículos y personas que se desplazan por la región.
Pese a estos esfuerzos, el Instituto Nacional de Migración (INM) ha sido duramente
criticado por su actuación en la frontera sur. Aunque intentó mejorar su imagen tras la
tragedia ocurrida en Ciudad Juárez, donde murieron 40 migrantes en una estación
migratoria, la estación de detención para migrantes Siglo XXI en Tapachula sigue siendo el
centro de detención más grande del país, y un símbolo del fracaso de las políticas
migratorias mexicanas.
La caravana “Dios nos Guía” es un nuevo recordatorio de la profunda crisis migratoria que
enfrenta México. Los migrantes, desesperados por mejores condiciones de vida,
continúan su marcha hacia el norte, buscando en cada paso la esperanza de un futuro
mejor.