Recordaron la labor del sacerdote, quien fue conocido por su entrega a la paz y su valentía
ARGENIS ESQUIPULAS/PORTAVOZ
La parroquia de San Jacinto de Polonia en Ocosingo fue el punto de encuentro de miles de fieles católicos que, con un profundo sentimiento de dolor y solidaridad, se congregaron el pasado sábado para pedir paz y justicia en Chiapas. En una emotiva peregrinación, alrededor de tres mil personas marcharon por las calles de la cabecera municipal en honor al sacerdote Marcelo Pérez, asesinado el pasado 20 de octubre mientras servía en la iglesia de Guadalupe en San Cristóbal de Las Casas. Esta marcha se convirtió en un acto de denuncia contra la violencia y un llamado a la reconciliación en una región marcada por el crimen organizado y la lucha por el control del territorio.
Desde tempranas horas, los fieles, provenientes de comunidades indígenas tseltales, campesinas y del área urbana, llegaron a Ocosingo vestidos de blanco y llevando globos del mismo color, símbolo de su anhelo por un Chiapas en paz. Entre cánticos y rezos, sostenían pancartas, cartulinas y fotografías del padre Marcelo, en las que se leía: “Justicia para el padre Marcelo”, “Queremos paz”, “Justicia y paz”. La marcha, organizada por la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, es una respuesta a la creciente violencia que ha afectado a las comunidades indígenas y campesinas, que han sido azotadas por el crimen organizado y los conflictos territoriales.
La peregrinación fue encabezada por el sacerdote Eduardo Cobián, quien, al inicio de la marcha, dirigió una oración en la rotonda donde se erige la estatua de una mujer indígena tseltal, símbolo de la identidad y resistencia de los pueblos originarios. Desde ese lugar, el padre Cobián recordó a los presentes que “la Iglesia como pueblo de Cristo tiene la obligación de alzar la voz por la paz y la justicia”. En su mensaje, Cobián enfatizó la importancia de ser una “voz dulce que busca paz y perdón”, exhortando a los presentes a no ceder ante la violencia y a mantenerse firmes en la fe y la esperanza.
“Nosotros, la iglesia, somos los constructores de paz. Somos hijos de Dios cuando buscamos paz y justicia”, expresó el sacerdote. Su mensaje resonó profundamente entre los asistentes, quienes respondieron con aplausos y gritos de “¡Justicia para el padre Marcelo!”.
Durante el recorrido, los fieles recordaron la labor del sacerdote, quien fue conocido por su entrega a la paz y su valentía en comunidades como Chenalhó, Pantelhó y Simojovel, donde trabajó incansablemente para mediar conflictos y apoyar a los más vulnerables. Pese a las amenazas que había recibido, Marcelo Pérez repetía que la paz debía prevalecer sobre el miedo. Su legado de servicio y su lucha por la justicia han dejado una profunda huella en las comunidades que ahora claman por el fin de la violencia.
“El padre Marcelo siempre dijo que la paz era más fuerte que las amenazas”, mencionó el padre Cobián al dirigirse a los presentes. Sus palabras fueron un eco del compromiso de Marcelo con su pueblo, y los asistentes corearon: “Todos y todas somos tatic Marcelo”, en una muestra de unión y resistencia frente a la adversidad.
La peregrinación no solo fue un acto de protesta, sino también un llamado a la responsabilidad ciudadana. El padre Cobián instó a los fieles y a las comunidades a ser “promotores de la justicia y de la paz”, alentándolos a convertirse en discípulos activos que luchen por una vida digna para todos. “Que seamos promotores de la justicia y de la paz. Para que, en ti, nuestro pueblo tenga vida digna”, exclamó el sacerdote en su mensaje, que fue recibido con lágrimas y fervor por los asistentes.
La peregrinación concluyó en el Parque Central de Ocosingo y, posteriormente, frente al templo de San Jacinto de Polonia, donde los fieles participaron en una misa oficiada en honor al padre Marcelo Pérez y por la paz en Chiapas. Durante la homilía, se hizo un llamado especial a los habitantes de las comunidades afectadas por la violencia para que mantuvieran viva la esperanza y la fe, recordando que “la paz es un grito que tiene que ser escuchado”.
Los carteles con mensajes como “La paz es un grito que tiene que ser escuchado”, “Viva la iglesia autóctona”, “Viva la Iglesia de los pobres” y “Vivan los pueblos originarios” adornaban el templo y se convirtieron en un recordatorio de la resistencia de los pueblos indígenas ante los desafíos actuales. La misa fue un momento de reflexión colectiva y de unidad, donde las plegarias fueron dedicadas a las víctimas de la violencia en la región y a la construcción de un futuro en paz.
En sus palabras finales, el padre Cobián subrayó el papel de la Iglesia en la búsqueda de la paz y el perdón. “La Iglesia trabaja por la paz”, aseguró, refiriéndose a los esfuerzos de la institución para promover la justicia y la reconciliación en Chiapas. Este llamado a la paz y a la responsabilidad moral de la Iglesia resonó profundamente en una sociedad que enfrenta cotidianamente el temor y la incertidumbre.
Para muchos de los asistentes, la peregrinación fue un acto de resistencia pacífica y un recordatorio de la fortaleza que emana de la fe. Chiapas, una región rica en cultura y tradición, enfrenta desafíos complejos debido a la presencia de grupos delictivos y conflictos territoriales, pero el espíritu de su gente se mantiene firme. La marcha del pasado sábado es una muestra de la lucha constante por la paz en una tierra que, pese a las adversidades, sigue adelante con esperanza y determinación.
El contexto de violencia en Chiapas ha escalado en los últimos años, afectando gravemente a las comunidades indígenas y campesinas. La disputa entre grupos delictivos y las pugnas por el control del territorio han generado desplazamientos y enfrentamientos, dejando a miles de personas en la incertidumbre. La Iglesia ha tomado un papel activo en la defensa de los derechos de los más vulnerables, denunciando los abusos y exigiendo una respuesta de las autoridades para poner fin a la impunidad y restaurar la paz en la región.
El padre Marcelo Pérez se ha convertido en un símbolo de la lucha por la paz en Chiapas. Su entrega y compromiso con los pueblos indígenas lo llevaron a enfrentar amenazas y situaciones de alto riesgo, siempre con la convicción de que la paz era posible. Su trágica muerte ha despertado la indignación y el dolor de quienes lo conocieron y lo vieron como un faro de esperanza en medio de la adversidad.
La peregrinación de este sábado fue una expresión de la gratitud y el cariño que el pueblo de Ocosingo y las comunidades cercanas sienten por el padre Marcelo. La figura del sacerdote, ahora recordada en pancartas y fotografías, se ha convertido en un estandarte de la lucha pacífica por un Chiapas libre de violencia.
Al finalizar la misa, los fieles católicos regresaron a sus hogares con el compromiso de continuar con la misión del padre Marcelo: ser constructores de paz en un entorno desafiante. El mensaje de la Iglesia fue claro: la paz y la justicia deben ser alcanzadas, y cada miembro de la comunidad tiene un papel fundamental en esta labor. La peregrinación de Ocosingo es un recordatorio de que, a pesar de los tiempos difíciles, la fe y la unidad son la fuerza que mantiene viva la esperanza en Chiapas.
Mientras el eco de los cánticos se desvanecía, el mensaje de los católicos permanecía: la paz es un derecho y una necesidad para todos.