La opacidad y trabas legales han impedido a administraciones locales rescindir el contrato con
Veolia
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
El contrato con la empresa Veolia para la recolección de basura en Tuxtla Gutiérrez se ha
convertido en un lastre que ninguna administración municipal ha logrado desmontar. A pesar de
las constantes quejas ciudadanas por la ineficiencia del servicio y los costos elevados, el acuerdo
sigue vigente hasta 2026, lo que ata a la capital chiapaneca a un modelo de gestión que ha
mostrado más fallas que soluciones. Mientras tanto, las calles acumulan desechos y el malestar
crece entre la población.
A lo largo de los años, distintas administraciones han intentado revisar las condiciones del
contrato sin éxito. Los intentos por rescindirlo han chocado con trabas legales y financieras que
terminan por beneficiar a la empresa. La falta de inversión en infraestructura adecuada, la
insuficiencia de camiones recolectores y las quejas sobre rutas mal establecidas han sido
constantes, pero sin consecuencias reales para la compañía.
La opacidad en torno a los términos de la concesión y los costos que representa para el municipio
han generado sospechas sobre posibles conflictos de interés. La ciudadanía ha exigido en
repetidas ocasiones una mayor rendición de cuentas, pero las respuestas oficiales han sido
evasivas. Las críticas apuntan a que el contrato fue diseñado de manera que cualquier intento de
cancelación represente un alto costo para el erario público, lo que ha frenado a los gobiernos
locales de tomar medidas cruciales.
Mientras el contrato continue, los problemas de recolección de basura se agravan. Zonas enteras
de la ciudad han denunciado que pasan días sin que el camión recolector haga su recorrido, lo que
genera focos de infección y un impacto negativo en la imagen urbana. Además, el relleno sanitario
de Tuxtla Gutiérrez enfrenta problemas de saturación, lo que agrava aún más la crisis del manejo
de residuos en la capital.
La pregunta que persiste es si las próximas administraciones tendrán la voluntad de replantear la
concesión o si, como ha sucedido en el pasado, la inercia política pesará más que las necesidades
de la población. Por ahora, la basura sigue en las calles y la incertidumbre sobre el futuro del
servicio de recolección permanece.