Víctor Corcoba Herrero
La sanidad vegetal: nos entronca de buenas vibraciones
“Lo prioritario, es hacer las paces. Ya no solo con nosotros mismos, también
con aquello que nos rodea, puesto que está cargado de subsistencia. Sin el
sostén que brinda la naturaleza, no podemos avanzar, ni siquiera dar
continuidad al linaje en nuestro orbe”.
Lo importante es caminar en sintonía con la naturaleza y el cosmos. La vida,
por sí misma, es una dependencia existencial, que nos llama a ocuparla de
modo armónico. Sin embargo, las acciones humanas surgen de la iluminación
o de la ignorancia. Esto es lo que tenemos que trabajar, haciéndolo con la
energía del corazón y con la actitud de análisis de la mente, para no caer en la
deshumanización e inhumanidad de los tiempos actuales. En todo caso, es
bueno despertar, para que nazcan las sanas vibraciones y poder modular la
tonalidad de timbres, como estado anímico de amor, ante la tremenda sed
espiritual de muchas de las personas de nuestro tiempo. De entrada, debemos
ganar pertenencia para sumar fuerzas y poder asegurarnos un mundo en el
que merezca la pena, más que morar, vivir. Tampoco juzguemos cada día por
la cosecha recogida, sino por las semillas sembradas. Preservar la sanidad
vegetal para alcanzar el hambre cero es una buena labor a considerar.
Las desigualdades nos matan, la desgana también. Hemos de salir de este
absurdo, cuajado de un caótico endiosamiento material que nos corrompe,
extendiendo la mirada hacia otros horizontes que nos interrogan, para que no
caigamos en el estado enfermizo que nos asola. Por ejemplo, si ahora
sabemos que el cuidado botánico es clave para el desarrollo sostenible de la
agricultura y más que necesario para alimentar a una población mundial
creciente, favorezcamos a los agentes productores. Al fin y al cabo, todo tiene
su momento de savia y su instante preciso para poder desvivirse. Lo que no
podemos continuar es en la contradicción. Algo nos falla, quizá el sentido
común. Activemos el reencuentro. Porque es cierto, estamos en la era de las
comunicaciones, aunque la soledad impuesta sea mayúscula. Sin duda, nos
falta corazón y nos sobran contextos empedrados de hipocresía. Quizás la
sanación esté dentro de nosotros, es cuestión de activarla, reviviendo otro
carácter. ¡Conozcámonos!
No contamos con otro itinerario de mutación, más que el de activar con
raciocinio el espíritu fraterno, sin distinción alguna, para favorecer el acuerdo
natural de corporeidad mística, que ha de reconducirnos a la unidad
reconciliada de todo cuanto existe. Plantemos el árbol de la sabiduría y
ganaremos aliento en el ocaso. Por eso, es esencial no solo protegernos a
nosotros, también aquello que nos rodea, fomentando prácticas respetuosas
con el medio ambiente. Nos hemos globalizado en plenitud, ya todo es de
todos, hasta el extremo que millones de contenedores circulan entre países,
transportando mercancías que incluyen verduras, hortalizas, legumbres,
arbustos y flora diversa, lo que plantea riesgos de bioseguridad. En efecto, todo
es vida, también la marea verde, de ellas dependen el 80 por ciento de los
alimentos que comemos y el 98 por ciento del oxígeno que respiramos. De ahí,
la importancia de garantizar la inocuidad del comercio de plantas y productos
vegetales, cumpliendo con las normas internacionales sanitarias.
Indudablemente, lo prioritario, es hacer las paces. Ya no solo con nosotros
mismos, también con aquello que nos rodea, puesto que está cargado de
subsistencia. Sin el sostén que brinda la naturaleza, no podemos avanzar, ni
siquiera dar continuidad al linaje en nuestro orbe. Únicamente construyendo y
reconstruyendo unidos, es como se puede conseguir un mundo que viva en
armonía. El todo radica en cada cosa y cada cosa en el todo. Desmembrarlo es
un imposible. Por eso, las guerras son inconcebibles en una sociedad de
gentes pensantes que han descubierto la interconexión de toda la humanidad.
Hay que pasar página, pues, trabajar a destajo en beneficio de la vida y del
crecimiento interior de cada cual. El potencial humano es tan bucólico, que la
inspiración creativa germina por doquier, como chispa poética dentro de sí
mismo, a la espera de reencontrar espacios que nos enternezcan y eternicen.
Se trata de nutrirnos bien; y, de que el bosque humano concilie el verso de la
vida, con el florecimiento de sus pulsos.